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DEMASIADA CASUALIDAD

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Dar sentido a la verdad es justificar nuestros razonamientos, y sin ellos no somos nada; tan subjetivos son mis pensamientos como cuestionables. Hablo de percepción, del concepto, que de por sí es intangible. Así cada uno de nosotros damos forma a lo que por los sentidos nos llega. ¿Cómo valorar lo que es real o no? Y… ¿por qué lo ha de ser para los demás?

Sí, ya sé, cuando me da por filosofar…Pero es que me pierdo en pensamientos que no sé si de verdad importan. Si son mera química neuronal o fundamentos por encima de lo aprendido, lo conductual o emotivo.

Cuando veo luz en el sentido de la vida, siempre la ciencia tira por tierra cualquier atisbo de lo sobrenatural, sin embargo creo.

Creo que la casualidad no existe. Y quién soy yo para llevar la contraria al más emblemático de los científicos de nuestro tiempo, Stephen Hawking; el cual  manifiesta que somos producto prácticamente de la casualidad, de un compendio de sucesos que se han ido fraguando hasta completar el universo tal y como lo conocemos (bastante poco, por cierto).  Pero…

Creo que por encima del ego inherente al ser humano y, nuestro empeño por justificar nuestra existencia por encima de lo estrictamente tangible, (polvo al polvo), es al menos sospechoso la cantidad de sucesos y acontecimientos a lo largo de la historia de nuestro universo, galaxia, sistema solar, planeta y, sobre todo del ser humano, como para creer únicamente que todo es fruto de las mera casualidad. Y así…

Creo que hay algo más, y lo digo con la boca pequeña, como si una mano enorme encima de mí amenazara con soltarme un sopapo por salirme de lo pragmático e incurrir en lo espiritual. Pero si me alejo de la idea de que el amor todo lo puede, que la felicidad es alcanzable cuando nos sacudimos la caspa del poder o de la ambición desmedida, y no nos centramos en dar sin esperar nada a cambio o amar por encima de todas las cosas, es entonces cuando de verdad mi vida estaría vacía; tan banal como todo lo material, tan triste como la soledad del hombre más rico, tan rico, que solo tiene dinero.  Las utopías son posibles, por ello…

Creo en algo inmenso, en diferentes dimensiones, en un equilibrio universal del que formamos parte, de un todo tan descomunal y espectacular, que me cuesta creer que hablemos de casualidades.

A ese algo llamadlo dios y, aquí me mojo, en esto creo. En un equilibrio universal del que formamos parte y al que debemos, al menos, el beneficio de la duda.

 

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TORO DE LA VEGA, TRADICIÓN O INVOLUCIÓN.

Es asombroso como se util19082007596iza la palabra tradición cuando se trata de justificar lo injustificable.

Para dar sentido a la crueldad contra los animales y, con el único propósito de provocar la diversión de los simpatizantes lugareños, como manda la tradición, se maltrata de manera  pública y notoria a cualquier ser vivo sin pararse a pensar en las sensibilidades de quienes han preferido evolucionar. Tradición no es sinónimo de perpetuidad ni de inexcusable actuación sea cual fuere tal práctica.

Perseguir a un toro hasta darle muerte a lanzadas, no es tradición, es involución. Demostrar nuestra superioridad animal ya no es necesario. Hay maneras más imaginativas sin sufrimiento animal para dar rienda suelta a los excesos de testosterona de hombre. Hoy ya no salimos a cazar para alimentarnos ni usamos lanzas para defendernos de los depredadores que asediaban nuestras poblaciones.

Aluden en su defensa, que la actuación de tan salvaje práctica se debe respetar por la costumbre que se arraiga desde finales del siglo XIV. Sí, en plena Edad Media, donde según los historiadores también era costumbre despeñar a los astados por el acantilado para morir en la aguas del río Vega, como sacrificio por el nacimiento de un nuevo hijo del rey.

Si hablamos de costumbres ancestrales mencionemos las múltiples prácticas de sacrificios humanos del periodo romano, que fueron abolidos por decreto senatorial allá por el año 97 A.C. ¡Pues qué lástima! ¿Cómo pudimos dejar escapar tal costumbre? Y perdón por la ironía.

El plena Edad Media también era costumbre el “Ius primae noctis o derecho a la primera noche, (derecho de pernada). Alguien se imagina al presidente de telefónica disfrutando de la primera noche de cualquier esposa de reciente casación de alguno de sus empleados. Yo lo digo por evitar la pérdida de otra costumbre ancestral.

Asumo el riesgo de parecer demagogo, tan sólo intento despertar conciencias.

Aún quedan en España y algunos países de Europa festejos que incluyen maltrato animal salvaje e injustificado, como el toro júbilo (embolado) o el toro de San Juan, donde los bravos animales sufren quemaduras de consideración, o son sometidos al lanzamiento de cientos de “soplillos”, alfileres tipo dardo  para finalmente darles muerte de un disparo.

En el pueblo de Brodilovo, Bulgaria, existe una fiesta denominada “el giro del perro”; y en Dinamarca, en las zonas costeras de las Islas Feroe, otra denominada “la matanza de delfines”. No daré más datos, pues imagino que se harán una idea de lo bárbaro de estos festejos.

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Sigamos concienciando…

 

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VIAJANDO AL FUTURO

 

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Los últimos descubrimientos desvelados por el observatorio hispano.alemán en Calar Alto (Almería) le hacen a uno reflexionar.

Ya es oficial, y así se publicará próximamente en la prestigiosa revista Astronomy & Astrophysics Letters. El primer exoplaneta (planeta que no gira en torno a nuestro sol) descubierto; por desgracia moribundo y denominado Klepler-91b, cuya masa es ligeramente inferior a la de Júpiter, disfruta de sus últimos días de existencia a punto de ser engullido por su sol, ahora convertido en Gigante Roja.

 

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Tras finalizar las discrepancias surgidas entre investigadores, gracias a la “técnica de la velocidad radial” (no seré yo quien explique tal técnica), al parecer, ya no cabe duda alguna.

Sabemos que existen cientos de millones de estrellas en nuestra galaxia y miles de millones de galaxias, por lo que el número de exoplanetas que existen es innumerable y, para uno que se logra encontrar, se muere.

Consciente de que más bien tarde que temprano, nuestra estrella luminosa, sin la cual la vida en nuestro planeta no existiría, acabará por convertirse en Gigante Roja y, por tanto, atrapará en su crecimiento exponencial sin resistencia alguna a todos los planetas de nuestro sistema solar, sin excepción; obtenemos una visión clara y detallada de lo que nos depara el futuro.

Tardaremos más en obtener respuesta a otra de las enigmáticas preguntas  que la humanidad se plantea desde tiempos inmemoriales: ¿de dónde venimos?

Hacia dónde vamos empieza a estar más que claro; y no me refiero a nosotros como especie, pues ahora sí, más antes que después, ya sea por la siguiente glaciación o por nuestra enorme capacidad para auto-destruirnos , no tendremos tiempo de sufrir tal desenlace.

Conformémonos pues con disfrutar del lapsus inapreciable de vida que brincamos por nuestro precioso planeta e intentemos cuidarlo mientras dure. Soñemos pues, que los que nos sigan, hagan lo propio.

Se da uno cuenta de lo insignificantes que podemos llegar a ser y lo afortunados que somos.

http://www.20minutos.es/noticia/2212369/0/investigacion/kepler-91b/exoplaneta/

 

Y después…

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Hoy conversaba con mi compañero de trabajo sobre la existencia de algo más, de una vida detrás de la muerte. Aseguraba desde el punto de vista más científico posible que nada puede haber. Como buen médico, aludía a cuestiones científicas indiscutibles sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Los intercambios químicos y eléctricos que sufren las neuronas en nuestro cerebro son una vez más la respuesta a todas las dudas sobre posibles experiencias paranormales, contactos con seres de luz, etc. Que buscamos en la inseguridad de nuestra existencia justificaciones para no caminar por el sendero de nuestra corta vida con la certeza de que no hay nada más. Situación que, emocionalmente, nos impediría mantener la cordura necesaria para afrontar el día a día con esperanza, ilusión o planes de futuro. Más o menos el creer en algo, tener fe, sería un método de autodefensa de nuestro propio organismo para resistir una vida con un final predecible y finito. Polvo al polvo.

Me he posicionado, siempre desde el respeto y la transigencia, valorando qué opción podría ser más interesante para dudar de tal afirmación con una argumentación plausible. Le he hablado del conjunto, del todo y del uno. Si aparcamos el ego del propio ser humano como único y por ello con derecho a reivindicar, cerca de la elucubración, lo que es o no real, le he invitado a ver a través de un todo común. Creo que debemos una vez más mirar desde lo más alto. Desde cualquier punto lejano de nuestra galaxia sería sencillo cambiar de postura. Si nos paramos a pensar que vivimos en un pequeño planeta entre cien mil millones de estrellas…, me explico: si no somos conscientes de que formamos parte de algo tan inmenso y magnífico, algo tan brutal que a día de hoy nos es imposible imaginar en nuestro limitado conocimiento o capacidad de asimilación, nunca encontraremos respuestas. Para mí formamos parte de una gran cadena hacia la evolución universal y todo, absolutamente todo tiene un por qué. Morirse sería un proceso más, hasta insignificante si me apuráis.
¿Qué hay después? No me preocupa. No me creo imprescindible. Creo que una buena respuesta sería no esperar la muerte como un fin, ni como el principio de otra cosa. Deberíamos vivir buscando lo que interiormente nos dicte nuestra conciencia. A nivel individual el ser humano es increíble. Universalmente un grano de arena en el desierto de la propia existencia. Uno más, pero desierto al fin y al cabo.
Observo a mi compañero y creo adivinar sus pensamientos: Otra amalgama de intercambios químicos entre neuronas.

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CAMBIAR EL MUNDO ES POSIBLE

080320081354Quien no ve porque no mira, no comprende ni encuentra. Sumido en el desconcierto  critica hasta el aire que respira. Cuestión de actitud. Creamos a cada momento situaciones con nuestros actos, palabras, gestos. Cambiar el mundo es posible, cambiando pequeños episodios de nuestra historia, de la que somos protagonistas, de nuestro espacio. Nos rodeamos de quien queremos y con ellos convivimos en mayor o menor armonía, pero sólo depende de nosotros la consecución favorable de nuestras vidas y el significado pleno que ha de tener para cada uno nosotros.

Podemos mirar para otro lado, pero todos sabemos que hay más. Algo que nos empuja a seguir avanzando, luchando por ser mejores y sentirnos mejor.

CREO EN LAS BUENAS PERSONAS

080320081354Coincidencia o no, en los últimos días he visto aparecer en diferentes medios de comunicación a una mujer sorprendente. Honesta, valiente, comprometida y consciente de una realidad obviada por muchos, Sor Lucía Caram me ha dejado perplejo. A pesar de mis reconocidas desavenencias con la iglesia católica, pues desde que tengo uso de razón no nos hemos llevado nada bien, he de reconocer que me alegro enormemente de no haber cambiado de canal ante la entrevista que, el siempre cuestionado Risto Mejide, mantuvo con Sor Lucía Caram.

Su cercanía, fuera de lo común; su atrevimiento y capacidad de entender a las personas; su lucha por las injusticias; su compromiso con los más desfavorecidos y, sobre todo, la capacidad de autocrítica con la institución a la que pertenece, la convierte casi en un grano en conocido sitio para la propia Iglesia Católica y todas aquellas religiones que manipulan a sus devotos por el poder y la riqueza.

Creo en personas como Sor Lucía y en todas aquellas que han encontrado el camino.

Son personas así las que consiguen que se pueda creer en un mundo mejor. Un ejemplo a seguir. Me quito el sombrero.

Si queréis ver el vídeo, os dejo el enlace.

DESPERTAR

El viento invernal empuja con violencia la persiana cerrada de su habitación. Abre un ojo, no del todo, aún dudoso por querer despertar. Tras las varillas de la persiana la luz incide con fuerza, curiosa y atrevida. Bien entrada la mañana comienza a desperezarse. A su vera, vos. Desprendes calor, conseguido bajo manta y edredón de plumas que dejan ver tan sólo tu cara sonrosada y feliz. Todos lo somos durmiendo; al menos lo parecemos. Tímidamente se acerca buscando tu calor. En posición fetal, uno tras otro; en un cuarenta y cuatro Picassiano.  Encajadas las piezas de este sutil “tetris” te acaricia la cara. Escucha tu respiración, acompasada, rítmica. Besa a vos tiernamente en los labios. Vos fingís que el sueño aún os domina y abrís los labios sutilmente, humedeciéndolos. Su mano izquierda acaricia dulcemente tu espalda, desliza su dedo corazón sobre tu columna vertebral. A vos, el escaso bello de vuestra piel se os eriza irremediablemente. Su mano derecha, bajo la cara, sobre la almohada común. No deja de observarte con amor, con pasión, feliz por despertar de nuevo a tu lado. Sus caricias continúan, resbalando sus dedos por tu cadera, tus piernas, hasta los tobillos. Vos no podéis reprimir más la satisfacción que os produce tal despertar. Elegantemente vos giráis despacio para no abandonar ni por un instante la sensibilidad del momento. Estirada, giras levemente la cabeza a tu derecha, no quieres que vea como sonríes consciente de lo que estar por venir. Su dedo índice resbala por tu mejilla, tu cuello, centímetro a centímetro vaga por el hueco tal sensual debajo de tus clavículas, desciende sobre el canal de tus senos, no se entretiene en ellos, aún no toca. El ombligo pone fin a la pasividad corporal por parte de vos. Guías con maestría su mano por tu entrepierna. Ambas respiraciones se aceleran descontroladas. El deseo se abre camino sin control. Vuestras piernas entrelazadas se acarician entre sí. Ahora sí, tus pechos cobran protagonismo. Durante unos minutos no parece haber nada más. Besa una y otra vez los pezones mientras masajea con delicadeza extrema el resto, sumido en un placer indescriptible. Vos arqueáis la columna. El fuego os recorre por completo. Sobran la manta y el edredón. Se coloca encima de vos. Agradeces el gesto y le abrazas fuerte para sentir los músculos de su espalda tensos, preparados. Os miráis fijamente, no importa el día ni la hora, todo es indiferente. Segundos después la pasión se abre camino sin más dilación en un baile díscolo y personal. Sois uno, él y vos.

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SOBRE EL PUENTE

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Un pantalón dormita sobre el muro. Sin futuro, a merced del viento que lo zarandea peligrosamente. Debajo un incesante ir y venir de vehículos de todo tipo colapsan la M-30. Una de esas llamadas arterias de la capital de España que circunvala el centro de la ciudad favoreciendo la movilidad del personal. Me dirijo a mi puesto de trabajo y, sorprendido, cavilo sobre las circunstancias que han llevado a quien corresponda, para abandonar, si es que ha ido así, tal prenda de vestir. Hace frío, encojo los hombros y me alzo el cuello buscando cerrar cualquier fisura por donde el aire frío y traicionero consiga hacerme temblar. Adivino una noche de pasión incontrolada, pero enseguida desaparece esa opción de mis pensamientos. Demasiado frío, e incongruente volver a casa sin pantalones. Quizá un atraco desmesurado, hasta humillar al portador del pantalón obligado a continuar en ropa interior desvalijado y seguro que muy cabreado. Luego sonrío, un suicidio textil no tiene cabida. Me río de mis propias ocurrencias. “¡No, no lo hagas! ¡Todo tiene solución! ¡Siempre hay una falda perdida para un pantalón abandonado!” Dejo de desvariar. Casi he llegado. Doblo la esquina y un cojín burdeos de terciopelo bien cuidado y abultado reposa sobre la acera. Los viandantes lo esquivan, mientras siguen hablando por teléfono o absortos en múltiples y diversos pensamientos. No puedo evitar sonreír de nuevo. Mi imaginación elucubra varios y potenciales posibles motivos para tal abandono. Pero ésta… es ya otra historia.