Era de noche y verano. Nuestros cuerpos se daban calor. Las horas, dulces instantes; tu aroma, embriagador.
Debió esfumarse con el alba nuestra desenfrenada atracción. El regalo de un sueño consciente, una reveladora prueba de amor.
No supimos romper cadenas, no acertamos la combinación; nuestras almas quedaron presas, mi cuerpo, sediento de vos.
Levitamos sobre brasas ardientes, hacia un futuro mejor; increíble, de ser cierto; mucho más, una utopía, una quimera, una alucinación…
Desde entonces vivimos, a espaldas del mundo real; un mundo injusto y contrario a nuestra relación virtual. Puedo leeros los labios, sé que me piden perdón, por besarme en la distancia, por amar como un ladrón.
Ahora sueño a escondidas, lo mismo que os ocurre a vos. Querrías dormir a mi lado, y yo, al lado de vos. Amaros yo quiero y no puedo; dificil la solución. Todas las horas son horas perdidas, pues no las disfruto con vos.
No expiró por la distancia; no cedió ante tu pudor; ni el encierro involuntario destruyó mi corazón.
En nuestra verdad de mentira, en este cuento de un mal Dios, con final impredecible y sin bajar el telón, nuestras almas reclaman sus cuerpos, lo imploran con gritos ahogados que solo escuchamos tú y yo.
Un pestañeo puede ser eterno si lo anhelas, infinito si no llega antes del resplandor.