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ALMAS GEMELAS/ALMAS DIVIDIDAS

Era de noche y verano. Nuestros cuerpos se daban calor. Las horas, dulces instantes; tu aroma, embriagador.

Debió esfumarse con el alba nuestra desenfrenada atracción. El regalo de un sueño consciente, una reveladora prueba de amor.

No supimos romper cadenas, no acertamos la combinación; nuestras almas quedaron presas, mi cuerpo, sediento de vos.

Levitamos sobre brasas ardientes, hacia un futuro mejor; increíble, de ser cierto; mucho más, una utopía, una quimera, una alucinación…

Desde entonces vivimos, a espaldas del mundo real; un mundo injusto y contrario a nuestra relación virtual. Puedo leeros los labios, sé que me piden perdón, por besarme en la distancia, por amar como un ladrón.

Ahora sueño a escondidas, lo mismo que os ocurre a vos. Querrías dormir a mi lado, y yo, al lado de vos.  Amaros yo quiero y no puedo; dificil la solución. Todas las horas son horas perdidas, pues no las disfruto con vos.

 No expiró por la distancia; no cedió ante tu pudor; ni el encierro involuntario destruyó mi corazón.

En nuestra verdad de mentira, en este cuento de un mal Dios, con final impredecible y sin bajar el telón, nuestras almas reclaman sus cuerpos, lo imploran con gritos ahogados que solo escuchamos tú y yo.

Un pestañeo puede ser eterno si lo anhelas, infinito si no llega antes del resplandor.

CRUCE DE MIRADAS

Mientras espera impaciente un reencuentro harto deseado,las bajas temperaturas de la mañana lo invitan a esconder las manos en los bolsillos de su forro polar. Ella asoma a los pocos minutos por la esquina en dirección al portal donde Fran la observa con detenimiento. Casi no la ve; refugiada tras varias capas de abrigo, bufanda y gorro resolpa y se queja del frío.

Deseando estar a solas, Fran la aborda en el ascensor. La abraza con firmeza, como queriendo constatar que es real, tangible.

Él busca su boca una y otra vez; pues sus labios son carnosos y adictivos. Ella los ofrece, pero los retira antes de perder el control. Fran se da cuenta, y, aunque con mirarla descubre sus pensamientos, no se rinde. Sara va de un lado a otro de la casa organizándose e intentando disimular sus nerviosismo.

Entonces Fran la mira fíjamente a los ojos; la coje desprevenida. Sara no tiene tiempo de esconder sus deseos; tan apasionados como temerarios; tan al alcance como ella esté dispuesta a reconocer.

Ella cierra el balcón de sus pupilas traidoras y se esconde tras su radiante sonrisa. Y Fran la deja hablar, la escucha, la observa intentando memorizar su voz, su aroma…perdiéndose en la miel de su mirada.

Otro encuentro en su mundo más real. Ese que todos guardamos en lo más profundo de nuestros pensamientos; donde hablamos con nosotros mismos y nos juzgamos, nos regañamos, nos vanagloriamos y justificamos.

El tiempo apremia y Fran ha de irse. Un último beso, este más complaciente. Mientras llama al ascensor, Sara espera en el umbral. De nuevo las miradas se cruzan y trasmiten sus mensajes.

Fran quiere atravesar el balcón y descubrir a Sara al completo. Ella que las estrellas se confabulen con el destino y los una para siempre.

UN MAL DÍA

Distorsión del razonamiento en voces vacías de contenido y repletas de improperios; producto del odio embrujado por la desconfianza adquirida; recuerdos carcomidos y podridas teorías de conspiraciones inexistentes en sus mentes desatadas por la gota que colmó el vaso.

Moisés se desespera cuando la discusión se apodera del tiempo en una tarde que anuncia el otoño que ya llega. Mira a Irene, que bañada en desasosiego, reproduce, intentando contener la ira, lo que su cerebro ha concluido tras años de malos entendidos, reacciones erróneas y falta de confianza.

Ambos intentan no perder la compostura, pero no es fácil. Moisés sufre un nuevo “deja vu” de asuntos que a priori ya debieron ser sepultados años atrás. De hecho, ni siquiera recuerda de lo que habla Irene. Más propio de su personalidad, en su afán de sonreír a la vida, optimista  da por zanjados lo problemas que en su momento se tratan y borra los datos de su tarjeta de memoria cerebral. Pero Irene parece no pasar página nunca, y anclada en sus razonamientos no cede ante argumentos más que clarificadores; al menos, eso `piensa Moisés.

Irene, montada a caballo en su verdad verdadera, hoy parece escuchar a Moisés, al menos eso quiere creer. Ambos se acusan, reprochan y concluyen dispares realidades.

Ofuscado Moisés la mira confuso. La quiere. De eso no hay duda. Pero cada día crece el desequilibrio en una balanza que hasta ahora ha conseguido mantenerse equitativa. E intenta averiguar si las cosas que los unen, son meritorias de continuar ante las que los separa.

Irene, convencida de que Moisés es el hombre de su vida, teme violentar demasiado las cosas y que su chico se rinda un día ante las adversidades.

Ante encontronazos inevitables; familia, amigos, trabajo…_Nadie dijo nunca que fuera fácil_, revolotean ideas de liberación que solo se inhiben por una relación que tras diez años de alegrías y penas, se ha consolidado con esfuerzo de ambas partes.

Moisés observa por la ventana cúmulos nubosos que se concentran anunciando una tormenta por llegar, y teme que algún día, tras ella, no llegue la calma.

UN REGALO

Se acerca. La distingue a lo lejos. Su caminar es decidido, seguro; como sus ideas; siempre claras.

Como una brisa en el bochorno absoluto, aparece y disipa su ansiedad. Hace unos instantes que el amanecer lo sorprendió mirando el horizonte en busca de un futuro merecido, pero a la vez tan difuso como la neblina que da paso al alba. Su tono rosáceo le recuerda el rostro de su amada tras el placer acabado de sus escasos encuentros amatorios, cuando extasiada de placer solo sonríe y se abanica con la mano mientras intenta disimular el temblor de sus piernas.

Y no entiende que el regalo es ella. Que la vida le sonríe desde que en su vida apareció como por casualidad en una noche que nunca debió terminar.

-No creo en la casualidad-, le dijo. Y ella miró para otro lado no queriendo rebosar de esperanza.

Cuando se trata de amar

 

Afable es el camino y circundante el caminar.

En su cerebro impreciso, en su etéreo cavilar,

miles de palabras quieren explotar.

Mas el nudo de su conciencia no consigue desatar.

Si piensa en ello, peor; no pensar un imposible  cuando se tratar de amar.

Y entre dires y diretes los segundos se hacen años y su carga una lucha en constante dualidad.

Como vientre de alquiler se vende al deseo, al sentimiento agradable de su compañía, a la inviolable atracción de sus cuerpos que se erizan en contacto y lamentan el deseo inacabado.

Moran en sus sueños otras vidas relativas, otros mundos que reales se les hacen placenteros.

Que en sus noches hay más lunas y los soles no se ocultan hasta el día de llorar. Y así resurgen en vena, licuando sus miradas en encuentros siempre cortos y en despedidas siempre eternas, infusiones de moral.

 

DÉJAME ENTRAR

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Envenenadas miradas que nada dicen, solo sienten para vos, no comparten. Fuego helado que incisivo hurga en los cimientos de  una línea que no se ha de rebasar. Desdicha que no compartida enfurece al que no entiende, porque nada sabe de vos.

Entre vientos gélidos supura la mañana. La vieja herida se abre si no curó bien. No ha de servir echar tierra. Hundir la ponzoña en el pozo de la continuidad no ayuda. Cierra en falso, y pronto el veneno que espera la ocasión sabedor de su poder enfermizo y maloliente, desatará la ira de la ignorancia. No la deseada, la impuesta por vos.

Ventilar oscuros pensamientos. Malgastar henchidas palabras sin fundamento; no ves vos por no mirar. Esquivar y esperar merma los cimientos del entendimiento. Dime vos que ocultan tus ojos, de que mal cargan las lágrimas que resbalan por la mejilla de vos en soledad. Rompe el escudo y revela tu cuento por maldito que sea. Un final es un final, para bien y para mal solo augura un comienzo. Otra oportunidad.

COMPRENSIÓN

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Os alejabais vos de mí y me crecía en la seguridad de mi saber. No descubrí, pues obtuso me hallaba, la inusitada ventaja que mis palabras suponían en vos.

Seguro de nada, descubrí el error en mi versión. Bastó una opinión de género opuesto para descubrir el quid del desencuentro. Vencí la opacidad que cegaba mi razón y entonces sí, seguro de mí, despejé el muro de lo inadmisible y navegué sobre la ola del entendimiento por vos.

Querer sin barreras nunca fue fácil, nadie dijo que lo fuera. Ser quien fui, es solo la mitad. Vos, la otra; tan legítima como mi supuesta e ineludible conciencia.

No es óbice para practicar la paciencia no compartir pensamiento. Ahora transijo en la certeza de que nadie posee la verdad absoluta; ni vos, ni yo. Me afianzo aprendiendo desde la comprensión hacia un mundo mejor con lo que quiero y por lo que me hace grande, feliz, libre… VOS.

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DULCE NO

-¡No!- Dicen sus labios, finos, sutiles; pero los ojos de vos traicionan la razón y vierten sobre mi miradas de afirmación incierta pero deseada.
Vos sonríes. El mejor arma de seducción que apenas vos empleas, pues la mente de vos divaga demasiado en otros lares, tan cercanos, tan lejanos como quieras permitir.
Como un adolescente beso a vos en los labios; huidizo, inseguro de su reacción, pero anhelando el aliento de vos, sus delicadas caricias. De nuevo el –no-, pero más débil, ingrávido, abatido ya por el hechizo embriagador del licor que adereza el menú de una noche inusual, inesperada.
Vos me abrazáis entregada; evitáis así mi boca, tan cercana hoy, nadie sabe mañana…
La razón y el corazón se baten a duelo con balas dulces como caramelos y pistolas que disparan fuegos artificiales; quizá fuera el deseo o el halago, el mimo, la caricia, la noche desvelada; tu traicionera mirada.19082007596

EN TUS OJOS

Miro a vos y me veo reflejado en sus pupilas. Midriáticas todo lo ven. La complicidad todo lo invade y crece en vos la gratitud. El vínculo crece día a día en un hilo resistente e interminable; pero un hilo al fin.
Como un pez en una botella giro sin salida en su humor acuoso, tan cerca de vos y sin miedo a nada. Es su iris un papiro por descifrar; un enigma al alcance de muy pocos; pues solo vos miráis de frente cuando lo que hay que ver lo merece. Con un pestañeo vos vacías la impertinencia en el ojo ajeno, el impropio, el osado buscador de debilidades en miradas escapistas y desorientadas.
Las insinuaciones de vos, de un cristalino virtuoso e inmaculado, se graban a fuego en mi retina.
Lloro si no veo los ojos de vos; mi morada en noches oscuras, de cegados pensamientos, de fugaces miradas…19082007596