CRUCE DE MIRADAS

Mientras espera impaciente un reencuentro harto deseado,las bajas temperaturas de la mañana lo invitan a esconder las manos en los bolsillos de su forro polar. Ella asoma a los pocos minutos por la esquina en dirección al portal donde Fran la observa con detenimiento. Casi no la ve; refugiada tras varias capas de abrigo, bufanda y gorro resolpa y se queja del frío.

Deseando estar a solas, Fran la aborda en el ascensor. La abraza con firmeza, como queriendo constatar que es real, tangible.

Él busca su boca una y otra vez; pues sus labios son carnosos y adictivos. Ella los ofrece, pero los retira antes de perder el control. Fran se da cuenta, y, aunque con mirarla descubre sus pensamientos, no se rinde. Sara va de un lado a otro de la casa organizándose e intentando disimular sus nerviosismo.

Entonces Fran la mira fíjamente a los ojos; la coje desprevenida. Sara no tiene tiempo de esconder sus deseos; tan apasionados como temerarios; tan al alcance como ella esté dispuesta a reconocer.

Ella cierra el balcón de sus pupilas traidoras y se esconde tras su radiante sonrisa. Y Fran la deja hablar, la escucha, la observa intentando memorizar su voz, su aroma…perdiéndose en la miel de su mirada.

Otro encuentro en su mundo más real. Ese que todos guardamos en lo más profundo de nuestros pensamientos; donde hablamos con nosotros mismos y nos juzgamos, nos regañamos, nos vanagloriamos y justificamos.

El tiempo apremia y Fran ha de irse. Un último beso, este más complaciente. Mientras llama al ascensor, Sara espera en el umbral. De nuevo las miradas se cruzan y trasmiten sus mensajes.

Fran quiere atravesar el balcón y descubrir a Sara al completo. Ella que las estrellas se confabulen con el destino y los una para siempre.

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