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DUDA

Ahora que respira tranquila, duda.

Deja atrás una mochila que repleta de aromas embriagadores, empezaba a pesar demasiado.

Pero teme lamentar la decisión; así que se arma de valor y se convence de que ha sido lo mejor.

La razón y el corazón, en permanente lucha, han concedido un ganador.

Así que, fiel a su palabra, cuando ella vaciló al cerrar la puerta, él echó la llave. Nunca quiso ser un problema; solo el director más enamorado de la orquesta de su vida.

El sillón acogedor donde reposar el alma cuando duele; con el que conversar de lo que de verdad importa; con el que compartir los miedos, sueños e inquietudes más íntimas y personales. Una ventana abierta para observar a lo lejos y coger lo que quisiera, lo que el cuerpo le pidiera.

Soñó con él la perfección en un espejismo tangible pero efímero; lo hizo dormida sobre su hombro en una noche oscura que nunca debió dar paso al alba.

Pero no pudo ser…

La pasión se derritió cual relojes de Dalí.

Sin un horizonte que saborear, la paciencia se agotó y la ilusión se difuminó en un cuadro abstracto de singular diagnóstico.

Sin primicia, no hay trato.

La sensación, agridulce. El paladar se resiente. Ayer, lo que le pidiera.

 Hoy… duda.

¿HABLAMOS?

Sentados en la orilla del gran lago que habían decido visitar, Álex y Jara disfrutaban de las vistas.

                               -Cariño. – Jara inició la conversación.

                               -Dime amor.

                               -Llevamos más de diez años juntos y nunca hablamos de nosotros.

                Álex intuyó que la conversación sería relevante, tanto por la pregunta, como por el tono de voz de Jara. Ella permanecía con la mirada pedida en el azul, casi verde del agua.

-A veces pienso que vivimos sumidos en el silencio para no abordar problemas que deberíamos tratar.

                Ahora Álex sintió cierta angustia. Era sin duda una declaración de intenciones.

                               -Me estás asustando. Yo creo… que todo va bien. Tenemos nuestras discusiones… como todas las parejas, pero no son dramáticas. ¿O sí?

                               -¿Recuerdas la última vez que hicimos el amor?- Ahora la pregunta vino acompañada de un rictus de tristeza en el rostro de Jara.

                En esta ocasión, desprevenido, Álex intentó ganar tiempo.

                                 -Yo siempre estoy dispuesto. Ya lo sabes. Eres tú la que desde hace unos años has perdido la pasión.

                Pero  Jara esperaba la respuesta. Conocía muy bien a su pareja y sabía que intentaría dar la vuelta a la conversación; en esta ocasión no pretendía rendirse.

                                    -Y no te has preguntado nunca por qué ha desaparecido mi pasión. Por qué ya no nos besamos a diario, ni vemos una película abrazados en el sofá; o simplemente damos un paseo nocturno por el casco viejo de la ciudad.

                Álex meditó la respuesta antes de contestar precipitadamente.

                                      -Cariño. Yo te quiero como el primer día. He intentado adaptarme a las circunstancias; dejarte espacio donde te veía cómoda y disfrutar de ti, de tu sonrisa, hasta de tus airados despertares. – Se incorporó creyendo que así ayudaría a no extender la conversación por derroteros más peligrosos.-Pero quizá nos hallamos estancado en la comodidad de lo cotidiano, la problemática desidia de la rutina. Es posible que ambos, en mayor o menor medida, seamos culpables por dejadez.

Miró a los ojos a Jara buscando un gesto de aprobación.

                Ahora fue ella la que prefirió repasar mentalmente una respuesta antes de pronunciarse. Detectó en Álex intención clara de armonizar en pos de un final feliz.

                                            -¿Te vas?

                                            -No, ¿por qué?

                                            -Como te has levantado…

                                             -Necesitaba estirar las piernas.

                Álex se posicionó tras ella y se sentó abrazándola por detrás, sabedor del tiempo que hacía que no tenía un gesto de cariño.

                                             -Si algo tengo claro es que te quiero con locura. Es verdad que los problemas económicos unas veces, otras los laborales… y que probablemente no he puesto lo suficiente de mi parte por mostrar lo que siento por ti, hayan provocado tus dudas. Si es así, perdona.

                La besó cariñosamente en el cuello. Ella se estremeció. Buscó su calor juntando la mejilla. El ocaso avanzó en el horizonte reflejando en las aguas un arcoíris de tonalidades anaranjadas.

                                            -Yo también te quiero, amor. Necesitamos hablar más a menudo. Este viaje ha sido buena idea.

                                               -¿Volvemos al hotel? Me estoy quedando frío.

                                               -Sí, vamos.

                                               -¿Qué te parece si nos arreglamos y paseamos por el pueblo? Nos tomamos unos vinos…y nos dejamos llevar.

                                               -¡Genial!

                Ahora, ambos de pie se abrazaron y besaron como años atrás, cuando nada  más importaba.

                                               -Gracias por escucharme cariño. De veras que para mí es muy importante.

                                               -Gracias a ti, Jara. Necesitábamos hablar y tú has sabido dar el paso. Procuraré estar a la altura de lo que esperas de mí.

                Una atrevida Luna llena asomó entre los robles que crecían en la orilla del lago.

                                               -Y si nos quedamos aquí…

 La sonrisa pícara de Álex ruborizó unos instantes a Jara, que miró en derredor, temerosa de miradas indiscretas.

                No hicieron falta más palabras.  El amor se hizo uno en sus cuerpos entrelazados. La Luna alumbró intensamente esa noche, cómplice y sola.        

       

NACER O MORIR

Cavila en voz alta lo injusta que ha sido su vida. Pensamientos en retazos, esos que nadie escucha de un viejo.

Llega el momento de abandonar para siempre a sus seres queridos. Dejar una vida que pesa demasiado para su deteriorado esqueleto y su ajado corazón.

No le quedan fuerzas. Se dilatan sus pupilas con un último estertor.

Una luz blanca lo deslumbra. Es pura, limpia, fresca. Deja tras de sí una familia rota por el dolor.

Le embriaga una sensación de bienestar. Vuela en un haz de luz. Se detiene entre nubes de un mar desconocido y vislumbra la meta. Exhausto flota hacia el centro de su átomo particular; una gigantesca medusa que lo acoge agradecida.

Experimenta cambios. Crece; parece desarrollarse de nuevo en una simbiosis física y espiritual.

Se transforma en un nuevo ser.

La luz desaparece. Es empujado hacia un túnel oscuro que no quiere atravesar; pero sigue avanzado y es expulsado a un nuevo mundo.

Llora. Siente frío, hambre y una imperiosa necesidad de calor humano.

Mama por primera vez la leche de la vida.

Ha vuelto a nacer.

ALMAS GEMELAS/ALMAS DIVIDIDAS

Era de noche y verano. Nuestros cuerpos se daban calor. Las horas, dulces instantes; tu aroma, embriagador.

Debió esfumarse con el alba nuestra desenfrenada atracción. El regalo de un sueño consciente, una reveladora prueba de amor.

No supimos romper cadenas, no acertamos la combinación; nuestras almas quedaron presas, mi cuerpo, sediento de vos.

Levitamos sobre brasas ardientes, hacia un futuro mejor; increíble, de ser cierto; mucho más, una utopía, una quimera, una alucinación…

Desde entonces vivimos, a espaldas del mundo real; un mundo injusto y contrario a nuestra relación virtual. Puedo leeros los labios, sé que me piden perdón, por besarme en la distancia, por amar como un ladrón.

Ahora sueño a escondidas, lo mismo que os ocurre a vos. Querrías dormir a mi lado, y yo, al lado de vos.  Amaros yo quiero y no puedo; dificil la solución. Todas las horas son horas perdidas, pues no las disfruto con vos.

 No expiró por la distancia; no cedió ante tu pudor; ni el encierro involuntario destruyó mi corazón.

En nuestra verdad de mentira, en este cuento de un mal Dios, con final impredecible y sin bajar el telón, nuestras almas reclaman sus cuerpos, lo imploran con gritos ahogados que solo escuchamos tú y yo.

Un pestañeo puede ser eterno si lo anhelas, infinito si no llega antes del resplandor.