Archivo de la categoría: CARTAS A VOS

MIRADAS FURTIVAS

Los ojos de vos, encendidos, irradian verdad. Vos habláis, hasta mentís con un gesto, un parpadeo tramposo que me lleva hacia la locura.

Vos dices e inventas en un resurgir de mudas palabras, con sonrisas envueltas en mil esencias capaces de embaucar al mismísimo diablo. Pero tu mirada confiesa implacable con la sinceridad de un niño.

Vos os envolvéis en túnicas transparentes que no ocultan ni la verdad de tu piel ni el sabor de tus pasos descalzos en la mañana. La brisa se aparta, rehúye de vos sabedora de tu calor; implacable, destronas al sol en el ocaso.

Respiro, busco el aire que llene mis pulmones vacios de vos, del aliento del despertar, del asedio de mis noches sin vos.

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Vos, siempre vos…

DESPERTAR

El viento invernal empuja con violencia la persiana cerrada de su habitación. Abre un ojo, no del todo, aún dudoso por querer despertar. Tras las varillas de la persiana la luz incide con fuerza, curiosa y atrevida. Bien entrada la mañana comienza a desperezarse. A su vera, vos. Desprendes calor, conseguido bajo manta y edredón de plumas que dejan ver tan sólo tu cara sonrosada y feliz. Todos lo somos durmiendo; al menos lo parecemos. Tímidamente se acerca buscando tu calor. En posición fetal, uno tras otro; en un cuarenta y cuatro Picassiano.  Encajadas las piezas de este sutil “tetris” te acaricia la cara. Escucha tu respiración, acompasada, rítmica. Besa a vos tiernamente en los labios. Vos fingís que el sueño aún os domina y abrís los labios sutilmente, humedeciéndolos. Su mano izquierda acaricia dulcemente tu espalda, desliza su dedo corazón sobre tu columna vertebral. A vos, el escaso bello de vuestra piel se os eriza irremediablemente. Su mano derecha, bajo la cara, sobre la almohada común. No deja de observarte con amor, con pasión, feliz por despertar de nuevo a tu lado. Sus caricias continúan, resbalando sus dedos por tu cadera, tus piernas, hasta los tobillos. Vos no podéis reprimir más la satisfacción que os produce tal despertar. Elegantemente vos giráis despacio para no abandonar ni por un instante la sensibilidad del momento. Estirada, giras levemente la cabeza a tu derecha, no quieres que vea como sonríes consciente de lo que estar por venir. Su dedo índice resbala por tu mejilla, tu cuello, centímetro a centímetro vaga por el hueco tal sensual debajo de tus clavículas, desciende sobre el canal de tus senos, no se entretiene en ellos, aún no toca. El ombligo pone fin a la pasividad corporal por parte de vos. Guías con maestría su mano por tu entrepierna. Ambas respiraciones se aceleran descontroladas. El deseo se abre camino sin control. Vuestras piernas entrelazadas se acarician entre sí. Ahora sí, tus pechos cobran protagonismo. Durante unos minutos no parece haber nada más. Besa una y otra vez los pezones mientras masajea con delicadeza extrema el resto, sumido en un placer indescriptible. Vos arqueáis la columna. El fuego os recorre por completo. Sobran la manta y el edredón. Se coloca encima de vos. Agradeces el gesto y le abrazas fuerte para sentir los músculos de su espalda tensos, preparados. Os miráis fijamente, no importa el día ni la hora, todo es indiferente. Segundos después la pasión se abre camino sin más dilación en un baile díscolo y personal. Sois uno, él y vos.

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TE BUSCO

Y así, en la distancia, vago entre sombras. Aturdido, te busco en todas direcciones. Creo volverme loco. No sé dónde estoy; giro sin parar. La cabeza me estalla. Mis manos, como atadas, no me obedecen. Me diluyo entre nubes blancas que me abruman. Me atrapan. Mi angustia crece hasta no poder soportarlo más. Grito en la oscuridad más absoluta. Decepcionado y agotado te extraño. Mi vida expira como un montón de arena en un desierto soplado por un viento traidor. Un precipicio se abre ante mis pies. No hay salida. ¿Dónde estás amor?

¡Espera! ¡Hay algo! Sí, lo hay. Intento acercarme; de repente floto. ¡Te oigo, amor te oigo! ¡Estoy aquí! ¡Aquí! Por fin te acercas; cojo tu mano, la que tantas veces calmó mis nervios; es tu cálida sonrisa; sí, eres tú al fin. Me alivia. Estás aquí, por fin. A tu vera despierto, en paz. Hay luz y es maravillosa. Eres tú,  mi luz, mi guía, mi camino… Por fin despierto.

 

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ANHELOS

Entre hormigueados campos de maleza humana, sobrevuelo a ras de suelo. Busco tu mirada, que perdida, no habrá huracán que la disipe. Anhelo tus defectos, tu sonrisa vencedora, tu agradable conversación, la delicadeza de tus pasos sobre la arena de cualquier playa. Coqueta, altiva, sabedora de mi mirar, vos te dejas balancear. Mientras, la brisa se recrea en tus cabellos, que sueltos y divertidos murmuran poesía.

DESHIELO

No ajena a ruidos casi imperceptibles, encierras tu corazón a prueba de balas selectas. Cremalleras de ceniza se cierran a tu paso. Escuchas más allá. Te aproximas de puntillas entre la bruma y desarmas miradas con certeza, con saber…

Vuelas alto, tan alto, que no te alcanzarán jamás; donde sobra el dinero y su significado. Ruedas tan deprisa, que nadie sigue tu estela. Es en este instante cuando sabes qué haces aquí, la realidad que de verdad importa, al menos la que a ti te importa. Allí donde el cobrizo atardecer capte tu atención,  careciendo de interés el resto. Donde la brisa del mar más lejano desentierre tus viejos sueños y los haga realidad.

Que susurren las hadas de los mil canales de Venecia a tus oídos y liberen por siempre tu conciencia.

Feliz aquí, allí, en la distancia, en equilibrio contigo misma.

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Eso os deseo a vos.