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ROCA Y HUMO

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Como era de esperar, el planeta cedió resignado a la avaricia desmedida del ser humano. La atmósfera fue contaminada, como la mayor parte del agua; la deforestación era un hecho irreversible. La matanza indiscriminada de animales provocó la extinción de millones de especies. Todo esto, inexorablemente, terminó convirtiendo a  la Tierra en un vertedero impracticable y desolador a pesar de las advertencias constantes de los científicos que, desesperados por la sinrazón de los poderosos, desistieron preparándose para lo peor.

Año 2033

África se encontraba reunida con Giuseppe en la Plaza de España de Roma. Las altas horas de la madrugada aseguraban la intimidad que precisaban para repasar los planes de actuación para los próximos días. Setenta organizaciones no gubernamentales de todo el planeta habían conseguido burlar los servicios de información e inteligencia de los países más poderosos del mundo. China, EEUU, Rusia, Alemania y Arabia controlaban la totalidad de la población mundial. El capitalismo se apoderó de la conciencia de los hombres y, obligados a consumir, por necesidades creadas para ello, el pueblo, ciego, rindió pleitesía ante el miedo a la exclusión social y el apaleamiento en la red, el arma más poderosa de destrucción masiva de conciencias del siglo XXI. Las fronteras se modificaron al antojo de las grandes compañías. El reparto del poder se protegió por la Ley Universal, con el respaldo del mayor ejército de la humanidad, compuesto por militares de los cinco países. El núcleo económico se denominaba Capitalia y estaba compuesto por el presidente de cada país. Ubicado en  Washington y a cientos de metros de profundidad, su ordenador central era con mucho lo más protegido del planeta. Su guarda y custodia eran competencia de Los Únicos;  agentes especiales preparados y entrenados para matar sin piedad, como auténticos autómatas. Se repartieron el pastel y apenas quedaban migajas para los que, con criterio, intentaban mantenerse ajenos al nuevo mundo. Aislados en guetos malvivían por negarse a formar parte de la nueva era, la del consumismo necesario. Tratados como desarrapados, no eran molestados si no planteaban un problema o intentaban sublevarse.

Giuseppe, analista de redes, usaba como tapadera su trabajo en la antigua Italia, ahora territorio de Alemania del Este. Únicamente existían cinco empresas donde trabajar, una por cada país. Toda la humanidad trabajaba para estas cinco empresas que controlaban absolutamente toda la economía del mundo y, por ende, el destino de los pueblos y las cinco naciones.

                                      -¿Has conseguido comunicarte con Jasón?- África no se andaba con rodeos.- Es fundamental que nos confirme la transacción.

                               -Tranquila África. Todo va a ir bien. Estoy seguro.-Giuseppe se apoyó en el respaldo y con su mejor sonrisa intentó calmar los nervios de su compañera y amiga.-Jasón es un portento de las nuevas tecnologías. Si alguien puede lograr que se mueva dinero sin ser detectado por los avanzados medios de la fiscalía universal, es él.

                               -Bien.-África respiró hondo y continuó.- Repasemos el plan.-Reclamó la atención de su colaborador con una mirada intensa que se incrustó en los pequeños y azules ojos de Giuseppe. En cuanto tengas la confirmación de Jasón daré la orden y la web comenzará a funcionar. En cuestión de horas todas las organizaciones afines se volcarán en difundir y compartir los datos de la web. Esperemos que todo el trabajo de concienciación no caiga en saco rato. La situación económica en muy delicada, y aunque sea poco dinero, la gente tendrá miedo de ser investigada y descubierta. Pero con muy poco de millares de personas, lograremos la cantidad exigida por ese bastardo para neutralizar Capitalia para siempre.  Para cuando esos malditos agentes de la Ley Universal se quieran dar cuenta, las transferencias protegidas por Jasón ya habrán cambiado de manos. El dinero recaudado será más que suficiente para lograr nuestros objetivos. Conseguir acceder a la base central de Capitalia y aniquilar su sistema con dosis generosas de nanotecnología de la más destructiva.-No pudo evitar sonreír maliciosamente.- Ha llegado su hora.

                                            -Quizá tengamos una oportunidad.- Giuseppe más que hablar parecía soñar en voz alta.- Administrar los pocos recursos naturales restantes, recuperar la Ley de Reciclaje derogada y encender las plantas desalinadoras en todas las costas puede ser solo el principio…

                               -¿Has oído algo más sobre la base espacial? – Interrumpió África conocedora de antemano del discurso de Giuseppe.

      Éste sonrió de nuevo comprensivo. África era joven, muy impaciente e impulsiva y lo quería todo, y lo quería para “ya”.

                                       -Nada nuevo. Son solo rumores. Nadie sabe del tema más que tú o que yo. ¿De veras crees que el nuevo mundo está en esa supuesta base espacial? ¿Y qué harán con el resto de la humanidad?- Se encogió de hombros.- ¿Abandonarnos para dejarnos morir de hambre o consumidos por la contaminación? Es demasiado cruel hasta para los canallas de Capitalia. Nos necesitan como mano de obra. Ya sabes…Sin pobres, no hay ricos.

      África quedó pensativa. Su mirada se perdió en un cielo gris. Años atrás los pájaros sobrevolaban a todas horas la emblemática Plaza de España.

                                      -No me fio de esa gente. De todos modos ahora hemos de estar concentrados en el sabotaje de Capitalia. Millones de personas contribuirán con lo que buenamente puedan…Por cierto, ¿Cómo la llamaremos finalmente?

                                      -La  web Se llamará “Hope”, esperanza en inglés.-Contestó Giuseppe, sabedor de que sería del agrado de África.

                                       -¡Me encanta! Llevamos meses concienciando y estoy segura de que nuestra gente reaccionará.

                                     -Una pregunta, África. Finalmente, ¿cómo conseguiste el dinero para que Jasón decidiera implicarse y colaborar?

                                     -Preguntas demasiado.-Bromeó África.- Si no lo sabes y te cogieran, jamás podrías confesarlo. Es mejor así, créeme. Hay buena gente a la que quiero metida en todo esto.

Se levantó y se despidió de su amigo con un beso en la mejilla. Segundos después se perdía en la oscuridad por la Vía Borgognona.

_El dinero, siempre el dinero_ Se lamentaba África mientras caminaba hacia su domicilio. Andrey, un funcionario corrupto de Capitalia sería el encargado de practicar el sabotaje a cambio de una considerable suma como pago. Él informó del único modo de destruir el sistema e inutilizarlo para siempre, pero todo lo que solicitó para ello exigía una cuantiosa cantidad de dinero, y todas las organizaciones llevaban años esforzándose y privándose de bienes esenciales para conseguir este propósito, aunque solo sabían el plan completo cinco personas: Jasón, Andrey, Giuseppe, el hermano de África y ella misma; aquellas que sufrían salvajemente viendo desvanecerse el planeta y su libertad con él. Al menos en esta ocasión el dinero serviría a una buena causa. Temió equivocarse. No podría soportar el fracaso y volver a empezar en una lucha contra reloj donde la vida humana, animal y vegetal, ahora en segundo plano, desaparecía para siempre. No quería ver como las generaciones venideras se alimentaban de compuestos químicos sustitutivos, bebían néctares transgénicos creados en laboratorios y derramaban sus vidas trabajando catorce horas diarias para enriquecer a los poderosos. Aceleró el paso intentando huir de sus propios pensamientos.

Tres semanas después.

El plan funcionó a la perfección. Jasón cumplió eficazmente con su trabajo y el ingreso  fue recibido por Andrey, el funcionario corrupto que en la clandestinidad fabricó el engendro informático que derribaría las barreras de seguridad de Capitalia. Las personas responsables de la distribución se dejaron la piel  día y noche difundiendo la página web, camuflada como ONG destinada a la protección de los menores por toda la red a nivel mundial. Una única cuenta protegida por Jasón recibió todo el capital de las transferencias en cuarenta y ocho horas. La huella digital era el único modo de pago desde el año 2021, por lo que absolutamente cada abono o cobro de cualquier ciudadano era controlado por el Estado. Una cuarta parte la recibió Andrey como pago por su traición, el resto para costear el arma nanotecnológica más poderosa jamás creada.

Andrey caminaba nervioso por las calles de Washington. En un maletín metálico portaba la cápsula con el  arma tecnológica capaz de invalidad Capitalia, y, con ello, devolver la esperanza a un pueblo que despierto y horrorizado por el transcurrir de las última décadas, confiaba en un plan aún por descifrar. África supervisaba personalmente toda la operación. Como estaba previsto, los servicios de inteligencia cerraron la web en setenta y dos horas; pero el dinero, imposible de recuperar, gracias a la habilidad de Jasón, se encontraba ya en las manos correspondientes.

Se dirigió a Capitalia, a su puesto de trabajo, como hacía cada día. Su pulgar posado sobre una pantalla digital le autorizó el paso. No solo detectaba su huella dactilar, también su grupo sanguíneo y ADN. Un ascensor cilíndrico, metálico, con capacidad para un solo ocupante, tardó seis segundos en  desplazarse hasta la planta dieciséis en el subsuelo de la ciudad, donde se ubicaba la Unidad Central del Sistema. Su labor consistía en comprobar su perfecto funcionamiento con test continuados al alcance de una solo persona, él.

Sudor frío resbalaba por las mejillas de sus regordetes mofletes. Consultó la hora en sus lentes ópticas. «A las ocho en punto de la mañana». África había sido tajante. La mano tembló al conectar la cápsula. Un sentimiento de culpabilidad infinito recorrió el cuerpo de Andrey que creyó perder el sentido. En pocos segundos la operación habría terminado.

Los cinco Estados, por imposición de Capitalia, exigieron el toque de queda mundial que se ejecutó de inmediato. El ejército ocupó las calles de las principales ciudades y el terror se extendió por todo el mundo. África, sin embargo, descorchó una botella de Champagne que guardaba desde hacía años para una ocasión como ésta. Se sentó junto al proyector 3D ansiando escuchar el mensaje de  los Jefes de los Estados. Ver sus caras palidecer habría sido un placer indescriptible.

Alguien llamó a la puerta. Sorprendida consultó su video portero. Era Giuseppe. Lo recibió con un abrazo y una sonrisa.

                               -Llegas a tiempo. Te traeré una copa.

Giuseppe permanecía serio y aparentemente tranquilo. En cuestión de minutos, a través del proyector, los cinco representantes expondrían la nueva situación.

                               -No tendrán más remedio que claudicar y escucharnos.- África se encontraba insultante.- Por cierto, ¿cómo has burlado el toque de queda?- Lo dijo mientras tomaba asiento e invitaba a su amigo a hacer lo propio.

                               -Te lo diré.-Giuseppe no perdía la compostura.

Se incorporó hasta posicionarse detrás de África posando con delicadeza las manos sobre los descubiertos hombros de África. Ella se relajó ante el suave masaje de su amigo y compañero de batallas. Pero algo presionó su cuello y perdió la conciencia sin tiempo para reaccionar.

Cuando despertó comprobó aturdida que compartía habitáculo con los representantes de las organizaciones implicadas en el sabotaje a Capitalia. A su lado, su hermano. Cerca de cien personas implicadas en mayor o menor medida en un plan elaborado durante años eran retenidas allí y nada auspiciaba que fuera con buen fin. Las personas que lideraban la operación, a excepción de Giuseppe y Andrey la miraban consternados. Un holograma fue configurándose en el centro de la extraña habitación hasta mostrar una imagen desoladora. Andrey, con cara de circunstancia y Giuseppe que sonreía ladino.

                               -Muchas gracias.- Comenzó hablando Giuseppe.- Habéis sido realmente eficaces. Vuestra dedicación y entusiasmo son admirables y siempre quedaran en nuestro recuerdo. Especialmente a ti, África.  Tu devoción y humanidad no tienen parangón. Una lástima que no valiera para nada.- Ahora su expresión se tornó seria elevando su tono de voz. ¡¿De verás creías insensata cretina que podríais burlar nuestros servicios de inteligencia contratando a Jasón?! Sabíamos de su trabajo desde hacía años. Gracias a él hemos desarticulado cientos de intentos de boicots de todo tipo.- Miró a su derecha donde Andrey se mostraba cariacontecido, tras una breve pausa prosiguió.- No creo que pueda nunca más incomodarnos con sus jueguecitos informáticos. Sin manos es más complicado. Andrey.- Lo Nombró dándole la palabra.

                        -A pesar de los impuestos, que sí son abusivos, y de exprimiros hasta la saciedad, encontrasteis la manera de que millones de personas colaboraran voluntariamente con el proyecto. He de darte, bueno, daros las gracias, pues todos vosotros sois partícipes de tan emblemático plan. Necesitábamos una última inyección de capital extra para culminar nuestro mayor proyecto: Salvación. La cápsula que inserté contenía los datos personales y fiscales de todas las personas que han colaborado en mayor o menor medida en el sabotaje. Lo siento, pero tengo familia y no tuve elección.-Su último comentario provocó una mirada airada de Giuseppe que no lo dejó continuar.

África no daba crédito a lo que sus llorosos ojos negros como el carbón veían y entre sollozos podía escuchar. No era posible que Andrey y, sobre todo Giuseppe, íntimo amigo desde hacía más de tres años, trabajasen para Capitalia. _ ¡¿Cómo no lo vi?!_ Se lamentaba. Pero la respuesta era obvia, no pudo evitar enamorarse hasta la médula de ese hombre. Apuesto, detallista, valiente y comprometido con la causa.

                       -Gracias a Jasón y a todos vosotros.-Continuó Giuseppe.-Hemos recibido más dinero del esperado y la base espacial estará lista en dos semanas.

África abrió tanto los ojos que podrían haberse salido de sus órbitas.

       -Sí, África sí. Tus dudas eran más que razonables. La vida en la tierra terminará a finales de año. En poco más de cinco meses este planeta será roca y humo. Nos trasladamos a Salvación donde podremos continuar existiendo. Eso sí, vosotros habéis tenido suerte. Sois los elegidos. Viajareis con nosotros.-Todos los que escuchaban departían y maldecían cuanto oían vomitando palabras de odio primero y de desolación después. Alguno se arrodillaba desesperado sobre el plateado suelo metálico de la estancia.-Necesitamos mano de obra. Las instalaciones necesitan mantenimiento, limpieza, fabricación a pequeña escala, servicios, etc. Vosotros seréis nuestros trabajadores. A cambio se os permitirá vivir. El resto de habitantes del planeta morirá irremediablemente en tu querido mundo.

Quedaron en silencio cuando ambos portavoces se esfumaron. Los compañeros de África fueron rodeándola buscando una respuesta en ella, unas palabras alentadoras, una pizca de esperanza. Ella, en el centro de un extraño círculo de confianza, susurrando, comenzó a repetir incesablemente tres palabras:

-Roca y humo, roca y humo, roca y humo…

 

INFINITO

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Nuria decidió disfrutar de la noche estrellada en la cima de su montaña preferida. Fascinada por la inmensidad de un cielo repleto de luces, intentaba imaginar lo infinito.

Decidió divagar y abrió su mente hacia la posibilidad de la existencia de otros mundos. Cuando escalaba montañas y alcanzaba sus cimas se sentía vulnerable. Una mota de polvo en un universo por descubrir.

En ello estaba cuando lo que en principio pareció ser una estrella fugaz captó toda su atención.

_ ¡Vaya!_ Pensó. _ ¡Es enorme!_ Pero a medida que los segundos transcurrían la cegadora luz crecía exponencialmente hasta cubrir por completo todo el campo visual de Nuria. Instintivamente cruzó los brazos sobre su cara temiendo ser engullida por el gigantesco resplandor. No ocurrió nada. Tal cual apareció, se difuminó hasta desvanecerse en la oscuridad de la noche.

Conciliar el sueño fue tarea difícil. No sabría cómo explicar a su familia y amigos lo ocurrido. Agotada y entrada la madrugada el sueño venció a sus pensamientos y durmió hasta el amanecer.

Despertó descansada. Desayunó un zumo y algo de fruta que guardaba en la mochila y comenzó el descenso hacia su vehículo estacionado en la falda de la montaña.

Cuando habían transcurrido diez minutos, sintió que la mochila comenzaba a pesar demasiado y que los árboles a su alrededor eran más altos de lo que recordaba. Incluso el sendero parecía más ancho. Las gafas de sol no se sujetaban en su cara y las botas de repente eran varias tallas más grandes.  Se detuvo asustada, pues no comprendía qué podía estar sucediendo. Todo era enorme y ella se encontraba minúscula ante lo que la rodeaba. Perdió el reloj de su muñeca y no pudo acaparar el teléfono móvil con su diminuta mano. Finalmente descubrió estupefacta que su cuerpo menguaba a gran velocidad. Intentó cubrir su cuerpo con el pañuelo azul que otrora anudaba su cabello y ahora la cubría por completo. Pero poco después quedó sentada sobre él. Su sensación era que todo crecía, aunque realmente ella decrecía irremediablemente y sin control, ¿o no?

No podía estar segura y su estado de nervios y la búsqueda constante y frenética de explicación mermaba su capacidad de razonamiento. Levantó la mirada al cielo. Su pañuelo era todo lo que veía en el horizonte. Un enorme mar de hilo azul. Se agarró a las minúsculas fibras del pañuelo con ambas manos hasta que solo uno de esos hilos era todo lo que alcanzaba a divisar. No tenía tiempo de analizar, tan solo de sobrevivir a aquel fenómeno que no parecía tener un pronto final. La poliamida de la fibra sintética comenzó a mostrarse laberíntica. Una red infinita donde intentaba Nuria mantener el equilibrio y no caer en un abismo de oscuridad.

De pronto cesó en su minimización y observó confusa a su alrededor. Seres horrorosos deambulaban en diferentes sentidos entre pequeñas partículas que creyó de polvo, y otras que no supo identificar. Recordó haber visto un documental donde afirmaron que en la cabeza de un alfiler cabrían un millón de bacterias. _ ¡Dios mío!_ ¡Esto no puede ser verdad!_

Siempre había creído que si algo se hacía lo suficientemente pequeño se desintegraría, pero ahora no contemplaba tal tópico como real. A medida que había ido disminuyendo de tamaño, un mundo nuevo, real, se había mostrado ante ella. El pañuelo azul era ahora su nuevo universo.

Continuó en su hilarante carrera hacia su microscópico destino haciéndose aún más pequeña. Flotó ingrávida junto a los átomos que todo lo conforman, luego los electrones y protones pasaron a ser gigantescos globos que crecían sin cesar. La oscuridad ocupó todo en derredor y visualizaba a lo lejos destellos, únicos vestigios de las partículas subatómicas que contemplaba instantes antes, cual estrellas de un firmamento extravagante. Comenzó a disfrutar de la experiencia. Comprendió que sí era posible entender la vida desde mundos diferentes una vez fuera de lo contemplado como único en la dimensión que ocupamos. Se acordó de sus últimos pensamientos antes de la llegada de la gran luz: lo infinito.

No tuvo tiempo de mayores dilucidaciones, pues tal cual comenzó a disminuir, el efecto contrario y a una velocidad vertiginosa se desató inesperadamente. Crecía y crecía viendo ante sus ojos acercarse los átomos, unirse en moléculas y conformarse la materia; luego, las fibras sintéticas del hilo de su pañuelo. Pronto contempló su mundo desde la distancia. Creció hasta poder coger el pañuelo con ambas manos, pero no se detuvo ahí.  Su cuerpo alcanzó un tamaño descomunal. Las copas de los árboles alcanzaban su cintura. _ ¡No, otra vez no!_ Se lamentó. La carrera era imparable y no cesó de aumentar de tamaño hasta sentarse en su montaña preferida. En pocos instantes alcanzó diez mil metros de altura visualizando expectante un planeta espectacular que comenzaba a quedarse pequeño. Miró hacia el horizonte justo cuando la Tierra se escurría entre sus dedos y el sol, cual fósforo inmortal, se perdía hasta no ser más que un destello en la oscuridad que no tardó en envolver a Nuria por completo.  El Sistema Solar quedó reducido a lo más parecido a un átomo y sus planetas, cual electrones giraban en derredor. Siguió creciendo y una dimensión acorde a su tamaño se adivinaba en su no parar.  Creció hasta observar como las galaxias se unían en lo que suponía pequeñas partículas. Todo comenzó a tener una forma conocida. Poco después esas particular conformaron una fibra de hilo, que se unió a otras hasta que esa extraña tela cubrió su particular horizonte.

Nuria enarcó sus inconmensurables cejas comprendiendo al fin. Un pañuelo azul se mostró claro ante sus ojos en su nuevo cielo. El mismo que disminuía de tamaño  cuanto más crecía. A su alrededor, formas de vida se desarrollaban en su dimensión, tan grande como quieras creer y tan pequeña como grande es. Su tamaño continuó el fantástico viaje hasta atrapar entre sus dedos el pañuelo de nuevo.

Una luz que todo lo cubría se aproximó a gran velocidad hasta impactar en Nuria. Cerró los ojos y muy temerosa, poco a poco, los abrió más impaciente que asustada. Cargaba su mochila y permanecía de pie en el sendero que conducía hasta su vehículo. Giró la cara para observar su montaña preferida. Respiró hondo y agradeció  a la sublime y  sabia luz la oportunidad de comprender. Comenzó a caminar para detenerse de inmediato tras recordar algo. Palpó la coleta que sujetaba su pañuelo azul. Lo desató y contempló largo rato.  Nunca se desharía de él. No podría ver el mundo igual nunca más.

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EL ÚLTIMO SUSPIRO DE MARCELO

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Con la mirada perdida en el cielo de la habitación de la residencia donde esperaba su hora, Marcelo repasaba su larga vida, indeciso. Dubitativo, meditaba si su vida era merecedora de ser recordada, si alguien lloraría su ausencia años después de su último suspiro.

El cáncer devoraba su mermado y caquéxico cuerpo sin compasión. Por suerte y gracias a la medicación no sentía dolor; su apetito, insignificante.

Una visita inesperada lo devolvió a la precaria realidad. Prefería sumergirse en sueños, dejándose llevar por los efectos psicotrópicos de las drogas que circulaban por su organismo. Flotaba suspendido e imaginaba sobrevolar extensas praderas, altas cumbres nevadas, ríos serpenteando entre alfombras de mil flores. Paisajes de ensueño, los mismos que disfrutó hasta los últimos meses de su vida  cuando aquejado por las enfermedades y achaques de la edad se detuvo al fin.

                               -Buenas noches. ¿Cómo se encuentra?

                               -Bien gracias. ¿Quién es usted?

El semblante del joven y apuesto visitante irradiaba bondad. Se acercó y cogió la mano derecha del paciente que comenzaba a impacientarse. Luego sonrió.

                               -Soy tu amigo, tu mejor amigo. Soy quien has querido ser y has sido, pero también el que nunca serás y quien quizá soñaste ser.

                               -No comprendo. Si es una broma no tiene gracia.

Molesto, Marcelo giró la cabeza en busca de alguien que le pudiera socorrer. Para su desazón, la puerta permanecía cerrada. Su compañero de habitación descansaba plácidamente. Sabía que era inútil intentar gritar, apenas podía hablar lo suficiente pasa ser escuchado y su demenciado compañero además, era sordo.

El visitante se sentó a su vera y sonrió de nuevo. En esta ocasión con una mirada que envolvió  la estancia de paz, devolviendo la serenidad a Marcelo.

                               -De veras, no hay de qué preocuparse. Y por favor, tuteémonos. Los dos sabemos que mañana no abrirás los ojos. Tu tiempo en este mundo es limitado y ha llegado la hora de descansar. Sin embargo, he escuchado tus pensamientos de los últimos días con atención y no he captado ápice de arrepentimiento, y eso, sí es una novedad. ¿Me permites unas preguntas?

                Marcelo intentó incorporarse; el visitante le ayudó amablemente. Más tranquilo, Marcelo observó con detenimiento al personaje que sentado a su lado formulaba una propuesta tan desconcertante como reveladora. La curiosidad pudo con él.

                               -Seas quien seas, ya nada he de temer. ¿Qué quieres saber exactamente?

                               -Gracias por compartir conmigo estos minutos.- Mantuvieron la mirada unos instantes y el visitante prosiguió.- Todos los seres humanos antes de abandonar este mundo se arrepienten de lo que pudieron hacer y no hicieron, mucho más de lo que pudieron haber hecho en vida, por trágicos que pudieran ser sus actos. La vida os otorga el poder de decidir el camino y yo me encargo de llevarlo a cabo, pero os doy libre albedrío. No sé muy bien por qué, pero son pocos los que toman las riendas de sus vidas y son capaces de priorizar con sensatez buscando la felicidad desde el corazón. Seguir el instinto, eso debería ser todo.-Tras una breve pausa para reordenar conceptos prosiguió.- Sin embargo, os dejáis llevar por corrientes generadas por hombres como vosotros a los que aupáis a un poder cuestionable y decepcionante; religiones que todo lo prometen; riquezas, propiedades… ¿De qué os sirve ante la muerte tanta absurda banalidad y egocentrismo?

                Marcelo prestó la máxima atención. La voz crítica de aquel desconocido parecía excluirle de algún modo. Hablaba de toda la humanidad.

                              -Una vez dicho esto, y disculpa por este arranque a modo de introducción impropio de mi, la verdad es que me desconcierta, y no me duele en prendas reconocerlo, que ni uno solo de tus pensamientos sea de arrepentimiento. Sin más demora procedo con las preguntas. Prometo no extenderme

Apretó la mano de Marcelo entre las suyas como muestra de afecto y agradecimiento.

                               -¿Nunca te has arrepentido de nada a lo largo de tu vida?

Marcelo consiguió sonreír.

                               -¡Jamás!- Fue tan tajante que sorprendió a su interlocutor.- Mis padres fallecieron cuando contaba tres años.

                               -Lo sé.-Interrumpió comprensivo.

                               -Entonces también sabrás que vagué de hogar en hogar hasta los quince años.-El extraño visitante afirmó con un leve movimiento de cabeza.- Viví de cerca la decadencia, la ira, el odio, la envidia, los celos. Imagínese, con tan solo quince años de edad.-Se detuvo e intentó coger aire.- La desidia, el miedo…sobre todo, el miedo.-Concluyó exhausto.

                               -Comienzo a comprender.

                Marcelo señaló con el dedo índice de su mano libre una botella de agua que reposaba sobre la sencilla mesilla junto a la cama. El visitante comprendió enseguida e incorporándole de nuevo acercó la botella a los labios de Marcelo que agradeció el gesto.

                               -Sentí la opresión en pechos ajenos. El delirio de muchedumbres y el pesar de familiares y amigos de una y otra parte de la ciudad. Una buena mañana, siendo un imberbe adolescente introduje un cuaderno y un lápiz en una mochila, una manzana y,  en mi bolsillo, doscientas pesetas que conseguí ahorrar para pagar el autobús hasta la estación de tren. Dejé volar la imaginación y mis sueños por cumplir surgieron en cada parada que aquel viejo tren realizaba en las estaciones correspondientes. Fue entonces cuando decidí que no dejaría nunca de viajar, conocer, aprender… El mundo es maravilloso y he conseguido ver francamente mucho de él. Conseguí entender.

                               -Entonces, ¿mueres feliz, satisfecho con tu vida, tranquilo y en paz?

                               -¡Hace tanto tiempo que olvidé tener miedo! Mis recuerdos palian con creces cualquier atisbo de tristeza. Nunca tuve tiempo de rendirme.  Ahora solo acepto lo inevitable. El cáncer decidió parar mis pies, que no mis recuerdos; experiencias, sensaciones…Debo tanto a la vida, tanto…

                               -¿Sabes pues quién soy?

                               -Eres mi destino, el de todos. La posibilidad. El paso por dar. El reto por cumplir; el amor deseado. Lo eres todo. Tú eres el destino.

Una tos ronca, preludio de un impasse inevitable, sirvió para que el destino recapacitara sobre su última consulta.

                               -¿No extrañas a nadie a tu lado en los últimos momentos?

                La cara de Marcelo, reflejo de la satisfacción por no haberse equivocado, denotaba conocer con anterioridad la pregunta. La esperaba.

                               -En ello pensaba cuando has llegado. Nada puedo añorar que no haya tenido. La familia no fue una opción a considerar. No podía ni quería embarcar a nadie en un viaje a ninguna parte, sin meta, sin casita de campo esperando junto al lago en mi jubilación. A lo largo de los años logré conocerme en profundidad gracias a grandes personas a las que debo lo que soy. Amé y fui amado en muchas ocasiones; pero no, no consolidé relación alguna y ello permitió que amara todo en derredor sin barreras ni compromisos. Nunca me quedé en un sitio el tiempo suficiente para que ello ocurriera. Supe desde el primer momento que mi rumbo se escribió el día que me subí al primer tren. Nada ni nadie me pararía. Así fue. No me da miedo estar solo. Cada vivencia me reconforta, cada bonito recuerdo me hace sonreír, cada abrazo y beso repartido por el ancho mundo me acompaña si flaqueo. Muero repleto y a rebosar. Encontré la meta de mi existencia dentro de mí. Una vez liberado de los miedos supe sonreír a la vida y ella me devolvió la sonrisa.

                               -¿Eres consciente de que millones de seres humanos ni siquiera piensan en estas cosas? La mayoría vivirán mil vidas cabalgando a lomos del miedo hasta comprender que nada tienes si no eres fiel a ti mismo y no escuchas tu corazón.

Marcelo, disneico, aceleró sus respiraciones buscando el oxígeno que ya no toleraban sus pulmones. Cabizbajo, el destino de Marcelo presintió que el final de ambos, el verdadero, el que une el corazón del hombre con su destino era inminente.

                               Con un último esfuerzo Marcelo se incorporó y abrazó a su destino. Ambos se fundieron en uno. Hombre y destino se encontraron en el lugar y momento preciso, cerrando el círculo de la vida para descansar en paz.

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LA SOMBRA DE MARÍA

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Como cada mañana de domingo se levantó temprano. Preparó un café solo y sin azúcar y lo disfrutó sentada en su sofá preferido. La mañana, soleada,  anunciaba la primavera que a pasos agigantados se hacía valer con el color verde de las praderas, multicolor de los campos y el arrullo de las aguas que, en su deshielo, surcaban los arroyos y cauces a rebosar de tan exquisito y valioso elemento.

Tras una ducha rápida decidió salir a la calle y dar un paseo. Aprovecharía para hacer unas compras y tomar el segundo café del día en su establecimiento preferido, en la plaza Mayor de la pequeña población donde residía; entre las preciosas montañas del pirineo aragonés.

Cuando abandonó el portal, el sol la deslumbró. Brillaba intensamente, lo que la provocó una ceguera temporal, pues sus ojos, azules turquesa, eran muy sensibles a la luz del astro rey. Rubia y muy atractiva conservaba un cutis pulido y una figura envidiable con cuarenta y siete años cumplidos.

Hurgó en su bolso hasta dar con las gafas de sol y se las colocó de inmediato, relajando  así sus gestos faciales. Saludó a una vecina, pero no obtuvo respuesta. _No me habrá oído_ pensó; y continuó cruzando la calle para atravesar el parque que la separaba del centro de la población, donde se ubicaban las tiendas y comercios.

De pronto una extraña sensación la hizo detenerse cuando se encontraba cerca de la verja verde que anunciaba el final del parque. No era como otras veces, cuando sentía que era observada o seguida por alguien y se volvía temerosa o curiosa. No, esta vez la sensación era tremendamente más voraz, pues la invadió una desazón que la oprimió el estómago e interrumpió su respiración. Giró muy despacio sobre sí misma, y casi de soslayo observó con auténtico terror una verdad incomprensible. No tenía sombra.

Observó en derredor buscando una explicación plausible. Quizá los árboles, alguna nube o edificio; pero no. Se posicionó en el centro de la calle y, efectivamente, la sombra había abandonado su cuerpo.

Sin dar crédito a lo que sucedía buscó su teléfono móvil en el bolso e intentó llamar a su hermano Nicolás primero, pero no respondía; luego lo intentó con su madre; tampoco. Un escalofrío recorrió su cuerpo estremeciéndola. Jaime, el panadero, se dirigía en ese momento hacia el parque con su mascota, un precioso bodeguero blanco llamado Zeus que era la delicia de los más pequeños, pues con todos jugaba y se mostraba la mar de cariñoso.

                                               -¡Jaime! Buenos días. ¿Tienes un minuto?

Pero Jaime ignorando por completo a María se internó en el parque soltando la cadena de Zeus que comenzó a corretear.

                                               -¡Jaime! Soy María. ¿Es que no me oyes? ¡¿Qué le pasa hoy a todo el mundo?!

Zeus se acercó hasta María y ladró durante varios segundos soltando lametazos a aire, buscando alcanzar el rostro de la asustada María. Pero Jaime extrajo una pelota de tenis de su bolsillo lanzándola lejos para que Zeus corriera en su busca.

María, sumida en la confusión y acorralada por las circunstancias corrió en busca de alguien más cercano y, en pocos minutos, se presentó en el umbral de su bar preferido.

                                                 -¡Hola Ernesto! ¡No vas a creer lo que me acaba de ocurrir!-Agitada, respiraba con dificultad.

Ernesto, el camarero, cobraba en esos instantes a dos señoras mayores que habían solicitado unos cafés con leche y unas tostadas.

                                               -¡Hola Nicolás! ¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué tal estás?

                                               -¿Nicolás?- Interrogó extrañada María.- Ernesto, soy yo, María.

Pero el camarero siguió conversando con Nicolás.

                                               -¿Qué tal tus padres?

                                               -Pues aún estamos todos haciéndonos a la idea. Gracias por preguntar Ernesto. Se agradece.

                                               -Yo la echo mucho de menos. Era una clienta habitual y siempre dispuesta a sacarte una sonrisa. Todos la extrañamos por aquí.

María se volvió pálida como la muerte y, tras ella, su hermano Nicolás con lágrimas en los ojos se dirigía a Ernesto ignorándola por completo.

_No puede ser verdad_ Yo estoy aquí, ¡viva! Su cabeza a punto de estallar intentaba comprender, pero poco a poco las fuerzas la abandonaban. Intentó abrazar a su hermano, pero sus brazos se fundieron con el aire atravesando a Nicolás.

Salió a la calle buscando el sol y con él su sombra. Corrió sin rumbo fijo buscando sin saber qué hasta regresar exhausta a su casa, dándose por vencida.

_Esto ha de ser una pesadilla._ Concluyó agotada fisi. asca y mentalmente. Decidió acostarse en la cama con la esperanza de despertar de nuevo con su vida del derecho, su café de cada mañana, su paseo por el parque, su visita al bar de Ernesto, su compra diaria y sus amigos y familiares dispuestos a ponerse al teléfono.

Mientras, Nicolás seguía conversando con Ernesto.

                                               -Esta mañana he recibido una llamada de María.

Ernesto palideció.

                                               – ¡Qué!- Contestó atemorizado el camarero.- ¡No puede ser!

                                               -Habrá una explicación.- Tranquilizó Nicolás, que antes de continuar secó sus lágrimas con un pañuelo.- Era su número, desde luego; aunque imagino que ya será de otro usuario. No me atreví a contestar. Luego mi madre me ha llamado asustada por que le había ocurrido lo mismo.

                                               -¡Uf! A mi estás cosas me dan mucho miedo Nicolás. ¡Mira!, se me ha puesto el vello de punta.

Nicolás intentó sonreír, aunque solo consiguió un visaje inapreciable. Sabedor de la locura y lo incoherente de su comentario y resignado ante la reacción de Ernesto decidió salir a pasear. En la calle la temperatura ascendía rápidamente y Nicolás se fijó en su sombra. Comenzó a juguetear con ella, reflejando figuras en el suelo recreadas con sus manos. Recordó cuánto le gustaba a María jugar con su sombra y lo que disfrutaba persiguiéndola de niña. _Al menos podría haberse quedado conmigo tu sombra_ Meditó en voz baja, como si María pudiera escucharlo.

                                                               FIN

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ATRAPADO

neuronasDesde su más tierna infancia, Alfonso solía preocupar a sus padres, pues durante minutos entraba en una especie de trance que lo mantenía absorto en sus pensamientos. La gran capacidad de experimentar sensaciones y analizarlas lo superaba, hasta caer agotado en un profundo sueño que duraba varias horas.

Una mañana, con siete años recién cumplidos, comenzó a hablar sin parar a gran velocidad y con una dicción fuera de lo común para un niño de su edad.

                                               -Vago entre sombras que sobrevuelan a mi alrededor. Me atraviesan puñales de odio y me acaricia con ternura el amor. Siento frío y calor a la vez. Me fundo con el sueño en una sola realidad y no consigo distinguir quién podré ser finalmente. Mi cerebro crece exponencialmente  con cada nueva sensación o estímulo. Me asusta.

Y rendido, durmió durante veinticuatro horas.

El pediatra decidió derivar al neurólogo lo que parecía un inusual caso de prodigiosa percepción e inusitada   neurogénesis. La cual, a través de los axones, trasmitía al doble de la ya vertiginosa velocidad los mensajes eléctricos entre las neuronas.

Lo primero que pudo observar el neurólogo fue, que la capacidad de trasmisión eléctrica entre ambos hemisferios, solo demostrado en personas del sexo femenino era posible en Alfonso, pero no solo eso. Disponía de ciento setenta mil millones de neuronas, casi el doble que una persona normal. La conexión era tal que confluían a toda velocidad el pensamiento holístico, la intuición o la creatividad propias del hemisferio derecho, con la lógica y el pensamiento analítico propio del izquierdo. Pero aún quedaba lo más espectacular. Su lóbulo temporal, el encargado entre otras cosas del habla, visión, oído o memoria, plasmaba unos datos inauditos en lo que a recepción y canalización de emociones se trataba.  Nunca antes conocidos en las amplias investigaciones en neurociencia cognitiva.

Los padres de Alfonso comenzaron a preocuparse por el constante ir y venir de su hijo a consulta de diferentes especialistas, cada vez más interesados en estudiar el asombroso caso de Alfonso. Hasta llegaron a ofrecer su ingreso y manutención gratuita en varios centros privados de investigación neuronal de Europa y Estados Unidos para el niño y toda su familia. Parecía ser que el potencial del niño era algo más que un don o capacidad especial. Se trataba de un auténtico poder.

Decidieron consultar con su hijo y actuar en consecuencia.

                                               -Hola Alfonso. Nos gustaría hablar contigo. Javier, el padre, tomó la palabra.

Se sentaron en el sofá del salón. Alfonso sentado en la alfombra observaba con atención a sus padres.

                                               -Claro papá. Puedo adivinar por vuestros gestos que algo os preocupa y es relacionado conmigo. También reflejáis el miedo en vuestra mirada y ante todo la duda e impotencia de no ser capaces de estar a la altura de lo que espero de vosotros.-Guardó silencio varios segundos y prosiguió.-Por vuestro estado de asombro deduzco que no he errado. Por favor papá, continúa.- Su tono, tierno y comprensivo ocupaba el lugar del padre y no del hijo.

                                               -Cariño, tienes siete años.-Ahora fue la madre la que tomó la palabra. -No somos capaces de comprender lo que sucede. La situación nos desborda. Ahora mismo acabas de expresarte como una persona adulta, con una empatía, sabiduría y conocimientos en inteligencia emocional que nunca lograrán la mayoría de personas en el mundo. Es como si una esponja gigante se hubiese metido en tu cerebro y no dejara de absorber todo lo que ves, oyes y sobre todo sientes a tu alrededor.

                Alfonso rio como el niño que era al imaginar una enorme esponja introducida a presión en su cabeza.

                                               -Tenemos miedo. Esa es la verdad.- Interrumpió Javier.- A veces, como ahora, eres nuestro niño. Y nos creemos capaces de protegerte y cuidarte el resto de nuestras vidas; pero en otras ocasiones nos da la sensación de que muy pronto tu autosuficiencia nos hará dispensables y querrás conocer por ti mismo todo lo que sabemos ocupa tu menta cada instante.

De hecho, mientras Alfonso charlaba con sus padres, a la vez, interpretaba la sensación de angustia de sus padres, el valor para enfrentarse a sus dudas, el amor en sus palabras y el afecto como hijo que él sentía por Javier y Nuria. Cada nueva emoción se acoplaba en su cerebro fundiéndose en su ADN en una simbiosis por el momento  soportable.

                                               -Queríamos preguntarte- Prosiguió Javier al darse cuenta de que Alfonso empezaba a dejar de prestar atención.- Si quieres ingresar en alguno de los centros que nos han recomendado o prefieres quedarte aquí, con nosotros.

Ahora Alfonso incrustó su infantil mirada en los ojos de Javier hasta descifrar por completo la verdad y sentimientos de su padre al respecto.

                Con una bondad infinita Alfonso sorprendió de nuevo a su padre con la respuesta.

                                               -Nunca han averiguado nada que yo no haya querido. Controlo, sin saber muy bien por qué, no solo mis emociones, de las cuales aprendo cada día, también la de los demás. Consigo conectar de algún modo con el lóbulo temporal de las personas si me concentro lo suficiente, incluso a veces sin querer. Soy conocedor de sus debilidades emocionales, sus miedos, sus creencias y sentimientos. He dejado hasta ahora que comprendan mejor qué es el cerebro humano y donde están las respuestas a casi todo. Es un instrumento inigualable, menospreciado y subestimado.

Sus padres, más perplejos si cabe, se encontraban ante su hijo de siete años como si de una conferencia se tratase, escuchando anonadados al futuro genio de la humanidad. El Einstein de la nueva era.

                                               -No debéis preocuparos por mí. De hecho, sois vosotros y el resto de seres humanos los que debéis plantearos vuestras prioridades. A través de las emociones la unión planetaria es posible. El amor por encima de todo permanece si se quiere que así sea. Enseñar a vuestros herederos a conocer su interior, a desarrollar el milagro de las emociones y a compartirlas con el resto de seres vivos del planeta. Un solo mundo, un solo corazón, una emoción multitudinaria canalizada como no puede ser de otro modo a través del amor. Muy pronto he de irme. Debo recoger más emociones, comprenderlas, canalizarlas y dar a conocer sus enormes virtudes para la continuidad de la vida hacia un mundo mejor, inmensamente mejor.

Javier y Nuria no supieron qué mas decir. Sin palabras abrazaron a su hijo, el cual supo trasmitir en el gesto paz, amor, seguridad y tranquilidad para que supieran afrontar su marcha. Ellos lo entendieron y asintieron con la cabeza, conmocionados, pero agradecidos.

La mañana siguiente Alfonso había desaparecido. Javier abrazó a su esposa seguro, confiando en las palabras de su hijo. Ella hizo lo propio y se besaron enamorados.

Alfonso caminaba por el inmenso bosque que lo separaba del océano. Acariciaba las flores, se abrazaba a los árboles, silbaba a los pájaros y sostenía sobre la palma de su mano los insectos que decidían posarse. De todo recibía enormes bocanadas de sensaciones. Placeres indescriptibles en un intercambio energético y enriquecedor que conseguía llenar de felicidad su minúsculo cuerpo, el de un niño de siete años. Caminó con caballos salvajes, se alimentó de miel de abeja con permiso de las mismas, bebió de riachuelos y durmió al raso. Con la mirada perdida en la inmensidad del cielo estrellado conectó con un universo infinito hasta casi llegar al éxtasis.

El mar se abrió ante él una mañana de primavera. Sumergió su cuerpecillo en las aguas saladas de un mar milenario, conocedor de siglos de vida en la tierra y aprendió de él y sufrió con él las injusticias, los errores de la evolución hacia la involución. Lo material por encima de la esencia de la vida, de su creación, de su divino poder. Lloró durante días por todos los hombres.

Durante años vagó en solitario, lejos de poblaciones o ciudades. Su control emocional, ahora rozaba la perfección. Pero era tal la inquietud y sus ansias de crecer y saber que apenas dormía, comía lo imprescindible y su mente no cesaba de recibir más y nuevas sensaciones de todo tipo y condición.

Cuatro años después sus padres recibieron una carta de Alfonso:

                               “No sufráis por mí queridos padres. He sido bendecido por un talento que me ha hecho comprender. He viajado por todo el mundo recibiendo de millones de seres vivos su energía, su vida, sus dolor y felicidad. He aprendido tanto, tanto…

                Por fin sé que todo tiene un mismo fin. Y es indiferente lo que investiguéis. La ciencia, en cualquiera que sea su vertiente, las artes, las letras…El conocimiento absoluto lo lleváis dentro de cada uno de vosotros. Es necesario abrir los ojos y enterrar los fantasmas que habéis creado para justificar vuestra existencia.

Existe un amor absoluto, universal, poseedor de la vida y la muerte. Único y omnipresente, Un amor incondicional y tan grande como seáis capaces de querer que sea. Mucha suerte.”

 

Unos días antes, recién entrado el otoño en lo más profundo de la selva amazónica, Alfonso escribía la carta para sus padres. Ahora era un adolescente físicamente, pero un anciano mental. Su cerebro, cansado, anunciaba el viaje definitivo. Se encargó de que la carta llegara a su destino y se perdió entre la espesura. Se desnudó por completo. La noche ganaba la partida al sol que se retiraba en silencio en el horizonte. Alfonso sonreía. Seguía disfrutando de una sensación vivida miles de veces, el amanecer o el ocaso de cada día. Se tumbó cara arriba extendiendo sus brazos. Su piel conservaba la multiplicada capacidad de trasmitir a través de las células de Merkel y las neuronas al efecto la temperatura, humedad, presión o suavidad entre otras a su prodigioso cerebro. Sintió profundamente la hierba que acariciaba su cuerpo, la tierra mojada por la lluvia del medio día, el silencioso transitar de una hormiga por su pie derecho, escuchó el viento que estremeció su cuerpo desnudo. Cerró los ojos y recordó el rocío que precede al calor de los primeros rayos de sol en amaneceres incontables; el latir de todos los corazones con los que compartió en su corta vida unos instantes. Lloró de emoción, la emoción que siempre le había acompañado. Una luz inmensa lo elevó con suma suavidad. Centenares de sensaciones experimentadas durante años confluyeron en un  amor indescriptible, y con él giraron  en su último viaje hacia su merecido descanso. Había comprendido y vivido lo suficiente, hasta conseguir encontrar la paz interior que solo puede darse con el amor absoluto, fundiéndose con él para siempre y por toda la eternidad.

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                                                               FIN

Los hombres deben saber que el cerebro es el responsable exclusivo de las alegrías, los placeres, la risa y la diversión, y de la pena, la aflicción, el desaliento y las lamentaciones. Y gracias al cerebro, de manera especial, adquirimos sabiduría y conocimientos, y vemos, oímos y sabemos lo que es repugnante y lo que es bello, lo que es malo y lo que es bueno, lo que es dulce y lo que es insípido.

                                                                                                                                                             ARISTÓTELES

CARTAS MALDITAS

Los tacones de sus zapatos resuenan por el desgastado adoquín. Por las calles de la Judería Vieja de Segovia vos camináis sin destino aparente. Queréis desaparecer; no haberse levantado habría sido la mejor opción. Mario, muy serio, con voz trémula, casi imperceptible, susurró lo inevitable…

Vos deseáis difuminaros en el viento, encontrar un túnel a ninguna parte, donde nadie fuese relevante ni pueda observar vuestros desangrados ojos que lloran miseria. Seguir leyendo CARTAS MALDITAS