UN FANTÁSTICO LUNES

Había pasado un mes desde mi última ascensión a Torre Cerredo, en Picos de Europa. Echaba de menos el cara a cara con la montaña, la que tanto me ayuda organizar mis prioridades; así que esta generosa mañana de lunes me he subido al Puerto de Navacerrada, he aparcado mi coche y, a las nueve y cuarto, con «la fresca», solo con mis destartalados pensamientos, mi mochila con lo justo y necesario y mi bastón de trekking me he propuesto hacer cumbre en Cabeza de Hierro Mayor (2381m), coronando una de las cimas con mejores vistas de la Sierra de Guadarrama.


Por la ruta conocida como «cuerda larga» he disfrutado de la añorada soledad en la montaña; sin «frikis» con cazadoras de marca y botas a estrenar; de esas que no suben montañas; sin tacones que desafían la gravedad en pies de inconscientes damas de ciudad; sin caminantes de pacotilla, cuya huella se desparrama por las verdes praderas y ríos en envoltorios de papel de aluminio y latas de cerveza.

El silencio, solo violado por la brisa que acariciaba mis oídos, me invitaba a la reflexión. Poco a poco, con sutileza, se ordenaban en su justa medida cuerpo y alma.

Primero el Alto de Las Guarramillas (Bola Del Mundo), desde allí la bella vista del recorrido aún por descubrir. Un tobogán te eleva al alto de Valdemartín y las cumbres de Las Cabezas de Hierro, hermanadas, te dan la bienvenida ofreciendo un camino bien señalizado para lograr alcanzar su cima. A mi izquierda observo el Puerto de Cotos, en la lejanía; punto de partida para coronar la principal cumbre de la zona, Peñalara. No tarda en sucumbir Cabeza de Hierro Menor. Dos cabras de cuernos considerables parecían vigilar mis movimientos, es más, el rebaño al completo descansaba a la vera del pico de Cabeza de Hierro Mayor como únicas testigos de mi presencia.

Dos horas de caminata, cuatro cumbres y paisajes espectaculares me han brindado momentos de paz, tranquilidad y sosiego; y aún me preguntan de vez en cuando por qué subo montañas.

Soy yonqui de la montaña, de la roca, de las alturas. De la recompensa en la cumbre; de la superación, del reto conseguido. De mis dedos en la roca, del hielo bajo mis pies, de las noches de vivac…

Antes que después volveré como llevo haciendo asiduamente a las alturas desde hace ya veinte años, pues no se me ocurre otra mejor manera de ser feliz. 19082007596

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