CONFLICTO SIRIO

Una muchedumbre de personas, de seres humanos, huye de una guerra no deseada pero inevitable desde el punto de vista de un pueblo que, sublevado contra el régimen autoritario de Bashar al-Asad, como último coletazo de la primavera árabe, exigió un cambio radical de política; más democrática y participativa, incorrupta y social.

El gobierno en el poder intentó aplacar al pueblo con la represión que caracteriza a estos caudillos henchidos de poder. La violencia estalla en las calles y el caos campa a sus anchas por un país que es sesgado por la sinrazón.

Los primeros refugiados, unos 170000 se repartieron entre Irak, Turquía y Jordania.

La religión influye en gran medida, como casi siempre, en este enfrentamiento; pues la familia de al-Asad es alauí, una rama del islam chiita que es minoría en un país en el que casi las tres cuartas partes de la población son sunitas y temen represalias si estos últimos acceden al poder.

EEUU comenzó entonces a aplicar sanciones económicas al régimen sirio exigiendo la marcha de al-Asad y solicitando la implicación de la ONU a través de su Consejo de Seguridad, pero, con las manos atadas por los bloqueos de China y Rusia (principales socios comerciales de Siria) se abstienen de intervenir, convirtiendo a Siria en un polvorín que deriva en una guerra civil sangrienta donde los rebeldes, cada día mejor organizados (muchos de ellos desertores de las fuerzas armadas) hacen frente a un estado con mayor y mejor ejército. El Estado de al-Asad dispara a matar tratando como terroristas a los insurgentes; muchos de ellos civiles que no encuentran otra solución que unirse a las cada vez más numerosas  fracciones rebeldes y tomar las armas.

Diferentes países se postulan en uno y otro bando. Arabia Saudita y Qatar; ambos bajo el mando de los sunitas, apoyan con armamento a los rebeldes; es un secreto a voces. Irán y Hezbolá, principal expresión política y militar de la comunidad chií libanesa, al régimen Sirio. De uno u otro modo, intereses económicos, políticos y religiosos a nivel internacional deciden el futuro de una población en grave peligro. El país cae en un auténtico caos de muerte y destrucción.

El pueblo sirio restante, muchos de ellos mujeres y niños, despavoridos, buscan la única salida posible. Dejan toda su vida atrás y se sumergen en un dramático viaje por la supervivencia. Los países europeos se rasgan las vestiduras cuando miles de inmigrantes llaman a sus puertas en busca de la solidaridad prometida.

La raíz del problema: mirar para otro lado cuando Siria se venía   literalmente abajo. Ahora prima la negociación con Rusia y la ayuda económica y militar para resolver un conflicto que incomoda a las grandes potencias europeas. Desbordados ante la llegada masiva de ciudadanos que solicitan asilo político, la mera intención de repetir la fallida resolución pacífica que ya procuró Kofi Annan no tendría sentido. Para rizar el rizo, al Qaeda, que no desaprovecha ningún vacío de poder, intenta ganar terreno en su barbarie particular beneficiándose de las debilidades de un país desmantelado.

Las imágenes de miles de personas reclamando alimento, cobijo y protección consternan a una ciudadanía que de repente ha de aceptar la entrada en sus ciudades de inmigrantes hartos de recibir en el mejor de los casos indiferencia; en el peor, ser tratados como ganado o desterrados a su suerte impidiendo su acceso con vallas kilométricas. Patadas físicas y verbales en su ya paupérrima dignidad dan la vuelta al mundo. Por desgracia, son la prueba palpable de lo mezquino y ruin que puede llegar a ser el hombre más deshumanizado que nunca.

Luchas de poder, territoriales, políticas, religiosas; nos sobran motivos para partirnos la cara con nuestros vecinos. Mi convencimiento sobre la inexorable auto destrucción del ser humano se consolida cada hora que transcurre en cualquiera que sea el continente de nuestro planeta.

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CONFLICTO SIRIO EN DIEZ MINUTOS

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