TORMENTAS DE VERANO I

Es lo que hay

 

poder

Mientras los griegos ven mermar sus precarias economías por fracasos políticos de los de ahora e imperdonables actuaciones de los de antes, en España ya no hay vestiduras que rasgar. Unos sacan pecho por la exitosa claudicación que supuso la aplicación de las medidas impuestas por Merkel, perdón, por la directiva europea, que otros tachan de atentado contra el pueblo soberano; ¿y qué?

Parece ser que estamos remontando la economía de nuestro país; nosotros, los de siempre; los trabajadores de medio pelo, con nuestros impuestos y recortes de derechos laborales y sociales… En definitiva, gracias a la perdida galopante de nuestro poder adquisitivo y sí, los culpables de la masacre económica; pues miren ustedes, desaparecidos. Y las grandes empresas descojonándose de nosotros. Los bancos se frotan las manos con sus agujeros negros en fase de recolección, y aquí paz y después gloria.

De veras que no llego a comprender de qué somos culpables los ciudadanos de la mermada clase media y la cada vez más numerosa clase media baja; los pobres, ahora paupérrimos, y los que ahora quieren denominar excluidos sociales. Me gustaría escuchar en alguna ocasión que se gravan los impuestos a las empresas multimillonarias, a los grandes capitales; sí, a esos que colaboran altruistamente en las campañas electorales o prometen puestos de especial relevancia a los políticos tras su apoyo desde los asientos del parlamento una vez les finalice sus obligaciones para con los ciudadanos

Ni partidos revolucionarios con renovadas intenciones, ni los de siempre; nadie parece poder ser capaz de dar solución plausible al devenir inexorable del buque del poder: el control absoluto. No dudará en embestir cualquier atisbo de intención de cortarle el paso. O remas a favor o te suicidas tirándote del barco. Solo, a la deriva, serás carnaza de los tiburones o quedarás relegado a una isla solitaria donde intentar sobrevivir.

Por ende, el arte y la cultura se desploman abatidos a tiros desde los despachos de los ministerios; será mejor que no nos dé por pensar, ilustrarnos nos dota de capacidad de decidir y de actuar. La política del miedo nos mantiene quietecitos y temerosos suspirando agradecidos: “es lo que hay”

poder3

He oído decir a un hombre anciano, sabio pues, que no está de acuerdo en cómo funciona el mundo, pero que nos guste o no, así está estructurado, protegidos los ángulos muertos y silenciados los hombres de honor. Que morirá pronto y nada habrá cambiado, y que dentro de dos siglos solo creeremos que así ha sido, como él quiere creer ahora, antes de fallecer.

Me gustaría suponer que se equivoca, que la vida le ha tratado mal; que la vejez le ha robado la esperanza; que el ser humano no es tal cruel ni mezquino como aparenta. Quizá sea la única ocasión en que las apariencias no engañen.

19082007596

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.