Me encuentro en un grato momento de libertad literaria. De nuevo me apetece involucrarme en la poesía, la cual di de lado años atrás embriagado por la narrativa contemporánea, los cuentos educativos y un blog con secciones para todos los gustos.
De algún modo las circunstancias me han hecho volver al redil. Intento captar las señales de un universo que me ha demostrado su poder. Y claro, sigo con todo lo que hago, pero me tiro a la piscina de la mejor de las metáforas: la letra que emociona, que recuerda, nos devuelve a la niñez, nos muestra la más cruda nostalgia, nos obliga a llorar lágrimas de dolor y felicidad. Letras que, leídas como merecen, duelen, curan, dan la paz y abrazan los silencios.
Por un lado, el pasado domingo, la casualidad (esa en la que no creo demasiado) quiso que presenciara en la mejor de las compañías y en un local referente para mí en la capital de España, la presentación de una antología poética. Dos días antes mi amiga Raquel Alverola, poeta consolidada, me invitó a participar en un encuentro literario con la poesía como baluarte de la escritura inmortal, la que nunca debió pasar de moda. Asistiré encantado a dejarme envolver por la magia de los versos, de la rima, de una métrica exquisita y trabajada.
Daré rienda suelta a la inspiración y absoluta libertad a mi pluma.
De nuevo gracias Cristian. Tu sensibilidad y el sutil manejo de la pluma hacen de ti el gran escritor que eres. Un placer contar con tus letras y con tu amistad.