SUSURROS DE LA LUNA

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Todo es más difícil. Cada año la luna está más triste. Duda en ocasiones si salir y alumbrarnos con su tenue luz, pues ella… todo lo ve. Me ha dicho que se esconde entre las nubes y, así, oculta, observa como el rencor y la envidia proliferan como una enredadera que se come poco a poco la honestidad y los buenos valores del árbol de la vida.

Le pide a las nubes que lloren, que griten con furia, que truenen como si fuese la última vez. Pero nadie la mira, todos están demasiado ocupados en sus viles quehaceres. Solitarios nostálgicos de un tiempo mejor, la miramos de vez en cuando, impotentes. Ni siquiera la posibilidad de perderse en cualquier confín de nuestro bello planeta me reconfortaría, no me consuela no ver. Ser consciente de lo que ocurre despierta un sentimiento de culpabilidad. No soy capaz de cambiar un mundo que se viene abajo, sólo no puedo. Apenas consigo inyectar mi verdad en oídos amigos. El cuestionado destino entretiene con escalones cada vez más altos y difíciles el tiempo que el día me permite pensar. Si no, mirar en rededor; el odio insulso e intransigente nos mantiene en vilo. Si te descuidas, el espíritu de Judas se hace recordar en compañeros, en conocidos que apuñalan la palabra, la lealtad y el compromiso.

Entrar al trapo sería fácil. Caer en el despropósito, la falacia, el embuste, convertiría los escalones en mecánicos que ligeros y veloces me darían un poder que no necesito. Fiel a mí mismo, sigo en lucha por las personas verdaderas, los sinceros y leales amigos y cualquiera que sea la persona que conozca y luzca con luz propia para ayudar a la luna. Por ellos lucho, por ellos quiero, por ellos entreno mi mente y mi alma, no habrá escalón que se me resista.

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