«SE ME VA LA VIDA»

En el intento de sacar partido del segundo,  de cada instante… En mi reiterado compromiso con la felicidad, observo y freno mi ira. Si procede la aparco a un lado, cerca del sentido de la justicia y recapacito. Y sonrío a la vida si me tienta. Decía Buda que enojarse nubla el juicio y alimenta tempestades.

Me gusta la gente corriente, porque no lo es. Me gusta el humilde repleto de cualidades y talentos. El que de la nada provoca la risa y llora por los que ama. Sería un gran poder repartir a cada cual, a todo el que quieres y al que no, lo que necesita. Mas nada me haría más feliz que poder dar y repartir de lo bueno, lo mejor. De mi mismo, cuerpo y alma para todos aquellos a los que quiero; y si quieren, también a los que no.

Porque la felicidad que anhelo y busco desde que tengo uso de razón, son esos momentos de soledad en la montaña, de risas con un buen amigo, de horas a solas con mi yo escritor. Mis noches en vela leyendo; tu beso o tu abrazo, si es de corazón…

Y se disparan mis sentidos cuando piso descalzo la hierba recién segada al amanecer. El olor de la mata del tomate cuando rompe a florecer; el tacto de la piedra al trepar; la tormenta y la fragancia antes y después. Y el resto no importa. Todo es baladí. Relleno del malo, paja a rabiar.

“Se me pasa la vida”, me dijo un amigo. Lo miré y dudé. Hurgué allí donde duelen las verdades y no hay sitio para banalidades. Callé antes de responder. Necesitaba saber si era quién; si tenía ganado el derecho de admonición;  si mi vida era valedora, un buen ejemplo, una verdad verdadera.

Y dije:

Que un verso te devuelve a la infancia; que un paso atrás es a veces un salto imprevisto en la búsqueda de tu verdad. Que en todas esas pequeñas desazones, aparecen las razones que no te dejan respirar; pues solo son producto de nuestra opacidad, de nuestra incapacidad para remar en sentido contrario al que rige nuestra vida. Es cuestión de abrir los ojos, de mirar hacia arriba y de un brinco escapar de una zona de confort tan abrigada como carcelera. Es tan importante el hoy, tan dañino el pasado y tan irrelevante el futuro…

¡Claro!, dijo…y cambiamos de tema.

Mi amigo Ángel Sebastián tenía una particular forma de definir la vida. Decía que es una rotonda, donde das vueltas hasta que encuentras tu salida, para, poco después, adentrarte en la siguiente rotonda.

 

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