La historia como los recuerdos son relativos y subjetivos, tanto como nuestros sentidos quieran que sean. Cada cual percibe de una manera particularmente diferente un hecho, acontecimiento o situación, nunca análogos a los de cualquier otro individuo.
Siendo así, ¿cuánto de real hay en nuestros recuerdos? Y… ¿cuánto en la veracidad de los hechos que tantas veces nos han contado? El pasado se convierte en un cuadro abstracto, un rompecabezas que cada cual completa al libre albedrio.
La única realidad de un pasado será la que queramos creer. Una odiosa verdad, pero solo son recuerdos. Sin embargo remueven conciencias, provocan venganzas, sueños, nostalgia; emociones que desatan lo mejor y lo peor de nosotros mismos.
Una noticia contada numerosas veces se puede convertir en un recuerdo, hasta un sueño puede que creas que es un recuerdo y que nunca haya sucedido.
En definitiva, solo es real lo que sucede justo ahora, en el momento que respiras, sientes y ves. Inmediatamente después… ¿quién sabe? Pero…sin recuerdos ¿qué seríamos? No nos encontraríamos, vagaríamos indecisos, aturdidos y desubicados a falta de unos pilares que en arenas movedizas definieran el legado de nuestras vidas.
Todos irremediablemente terminaremos siendo un puñetero recuerdo de alguien. Contemos con que al menos sea agradable para la mayoría.