POR ALUSIONES
Era pequeña y ya apuntaba maneras. Comprometida y obstinada se ofrecía a colaborar en cada causa que la parecía justa. Fruncía el ceño, de hecho aún lo hace cuando lo que escucha no baila al compás de su ritual, siempre armonioso. Durante años mantuvimos cientos de conversaciones trascendentales, casi filosóficas; tanto es así, que de una u otra manera se han convertido en el emblema o “santo y seña“ de Laury, nuestra Laury.
Hoy ya es Laura. Una masajista terapéutica, formada y experimentada. Una mujer que disfruta tanto ayudando a los demás que lo ha convertido en su trabajo. Sus manos, provistas de un don especial, liberan de tensiones, dolores y otros males, a veces no tan físicos como emocionales, de todos los que motivados por las recomendaciones de los que lo experimentan, deciden visitarla y ponerse en sus manos.
Pero lo que realmente la diferencia del resto de personas que conozco es que dio el paso. Arriesgó una vida de ensueño, conseguida con mucho esfuerzo y sacrificio por lo que sentía, por lo que siempre le dictó el corazón. Ahora es símbolo, junto con su pareja, de todo un sueño hecho realidad, “creando utopías”. Un proyecto que me llena de orgullo, un propósito admirable. Trabajando de nuevo por un mundo mejor y al alcance de cualquiera que sea capaz de ver más allá de un sistema obsoleto, caduco y materialista.
El universo se conjura a su alrededor, pues sólo cosas buenas pueden pasarla. Hoy puedo decir a voz en grito que siento admiración por su tenacidad, generosidad y capacidad de trabajo.
Para terminar añadiré que su sentido del humor va acorde con el resto de sus virtudes. Es imposible que compartamos un café sin acabar a carcajadas. En fin hermana, gracias por estar siempre a mi lado y suerte, mucha, mucha suerte.