POR ALUSIONES

POR ALUSIONES   

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Era pequeña y ya apuntaba maneras. Comprometida y obstinada se ofrecía a colaborar en cada causa que la parecía justa. Fruncía el ceño, de hecho aún lo hace cuando lo que escucha no baila al compás de su ritual, siempre  armonioso. Durante años mantuvimos cientos de conversaciones trascendentales, casi filosóficas; tanto es así, que de una u otra manera se han convertido en el emblema o “santo y seña“ de Laury, nuestra Laury.

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Hoy ya es Laura. Una masajista terapéutica, formada y experimentada. Una mujer que disfruta tanto ayudando a los demás que lo ha convertido en su trabajo. Sus manos, provistas de un don especial, liberan de tensiones, dolores y otros males, a veces no tan físicos como emocionales, de todos los que motivados por las recomendaciones de los que lo experimentan, deciden visitarla y ponerse en sus manos.


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Pero lo que realmente la diferencia del resto de personas que conozco es que dio el paso. Arriesgó una vida de ensueño, conseguida con mucho esfuerzo y sacrificio por lo que sentía, por lo que siempre le dictó el corazón. Ahora es símbolo, junto con su pareja, de todo un sueño hecho realidad, “creando utopías”. Un proyecto que me llena de orgullo, un propósito admirable. Trabajando de nuevo por un mundo mejor y al alcance de cualquiera que sea capaz de ver más allá de un sistema obsoleto, caduco y materialista.

El universo se conjura a su alrededor, pues sólo cosas buenas pueden pasarla. Hoy puedo decir a voz en grito que siento admiración por su tenacidad, generosidad y capacidad de trabajo.

Para terminar añadiré que su sentido del humor va  acorde con el resto de sus virtudes. Es imposible que compartamos un café sin acabar a carcajadas. En fin hermana, gracias por estar siempre a mi lado y suerte, mucha, mucha suerte.

A CORTO PLAZO

080320081354Gris. Un día imperfecto, no hace frío. El calor es tenue, fugaz ante la mínima brisa de aire que eriza los cabellos. Llueve a intervalos, como las ideas que vienen y se van de nuestra mente. Reviso mis correos, los últimos comentarios de la web y planifico mi jornada, aunque a corto plazo. Me he dado cuenta de que nada sale nunca como uno quiere. Saldré un rato a estirar las piernas.

Esta noche patearé las calles de un pueblo de Madrid, de esos que todos conocemos pero pocos han visitado. Carencias afectivas, soledad, leves enfermedades, agresiones, intentos autolíticos, angustia, depresión, problemas cardíacos y respiratorios son el pan nuestro de cada día. Cada jornada, personas diferentes, pero con los mismos problemas.

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MALA CONCIENCIA

080320081354Hoy se barrunta un día especial, diferente. Todos corretean por la casa alborotados. ¡Ah, claro!, es 1 de noviembre, puente festivo. Un estupendo y aprovechable fin de semana.

Una vez ultimados los preparativos, entusiasmado y feliz me acoplo en el coche con el resto de mi familia. Siempre me toca en la parte trasera, prácticamente en el maletero.

Observo curioso caras tristes en derredor. No lo entiendo, mi familia parece apenada.

Por fin emprendemos la marcha. Vamos al pueblo, a la casa familiar. ¡Genial! Allí puedo correr, jugar todo el día por el campo con mi familia, pero… percibo tensión, miradas de soslayo. Nos detenemos en el arcén, en una recta de la autovía. ¿Qué raro? Alguien se encontrará mal o no puede aguantar más, hay necesidades fisiológicas irremediables. Me invitan a apearme del vehículo. ¡Bien! Estiraré las patas. Pero sorprendentemente me dejan en la cuneta y continúan viaje a gran velocidad, alejándose del lugar.

Intento alcanzarlos corriendo, pero circula muy deprisa. Será una broma, un nuevo juego que me quieren enseñar. No sé cuánto más podré aguantar. Bueno, los esperaré aquí, seguro que vuelven a buscarme. Estos humanos son bastante despistados.

Un ruido estridente me daña los oídos. Un enorme camión se me viene encima. ¡Uf! No creo que pueda esquivarlo, no me va a dar tiempo. ¡Eh, cuidado!

No puedo respirar ni moverme. Las fuerzas me abandonan. Con mi último aliento de vida vislumbro a mi familia, al fin regresan; demasiado tarde. En esta ocasión no podré acompañarles. Me espera un viaje más largo e inevitable. Instantes antes de marchar para siempre, mi familia se acerca. Lloran amargamente. Se tapan las caras, avergonzados. Lo siento familia, no pude alcanzaros. Os quiero mucho.

 

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ANHELOS

Entre hormigueados campos de maleza humana, sobrevuelo a ras de suelo. Busco tu mirada, que perdida, no habrá huracán que la disipe. Anhelo tus defectos, tu sonrisa vencedora, tu agradable conversación, la delicadeza de tus pasos sobre la arena de cualquier playa. Coqueta, altiva, sabedora de mi mirar, vos te dejas balancear. Mientras, la brisa se recrea en tus cabellos, que sueltos y divertidos murmuran poesía.

DESHIELO

No ajena a ruidos casi imperceptibles, encierras tu corazón a prueba de balas selectas. Cremalleras de ceniza se cierran a tu paso. Escuchas más allá. Te aproximas de puntillas entre la bruma y desarmas miradas con certeza, con saber…

Vuelas alto, tan alto, que no te alcanzarán jamás; donde sobra el dinero y su significado. Ruedas tan deprisa, que nadie sigue tu estela. Es en este instante cuando sabes qué haces aquí, la realidad que de verdad importa, al menos la que a ti te importa. Allí donde el cobrizo atardecer capte tu atención,  careciendo de interés el resto. Donde la brisa del mar más lejano desentierre tus viejos sueños y los haga realidad.

Que susurren las hadas de los mil canales de Venecia a tus oídos y liberen por siempre tu conciencia.

Feliz aquí, allí, en la distancia, en equilibrio contigo misma.

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Eso os deseo a vos.

BUENOS DIAS

080320081354Me levanto y disfruto del sol que brilla desde primera hora de la mañana. La temperatura es estupenda. Un regalo de este otoño que tan caluroso comienza.

Despierto a mi chica. Hay que disfrutar del día.

                Nuestro coche, protegido del sol, queda estacionado en un ensanche del camino, muy cerca de la carretera, una vez dejado atrás el pantano de Revenga. Nos adentramos en un chaparral por una pista de arena. Jaras y zarzamoras se asoman a nuestro paso. El terreno se inclina, pero no demasiado. El camino rodea una gran finca con caballos. Un perro, quizá un labrador, descansa plácidamente cobijado a la sombra, pues el sol empieza a calentar de verdad. Apenas levanta la cabeza cuando nos acercamos. El camino asciende un poco más y gira a la derecha bordeando zonas amplias de pastoreo. Al rato, hemos de abrir una de esas vayas a base de palos y alambres que encierra a unas treinta vacas. Parecen sorprendidas de tener compañía. Nos observan indiscretas, cuando atravesamos su rebaño rumbo al pinar cercano, a los pies de la ladera del monte que tenemos en frente. Detrás, en lo alto, descansa impertérrita “La Mujer Muerta”. Las encinas van desapareciendo, y los pinos, más numerosos, nos regalan sombra. Muchos árboles y ramas secas entristecen un bosque descuidado y moribundo. Seguimos ascendiendo hasta topar con una pista asfaltada, la cual decidimos recorrer un rato. Así lo hicimos hasta divisar el pantano de Revenga desde lo alto. Aquí el pinar crece en follaje y número de árboles. Los helechos dotan de un verde especial los claros del bosque. Pequeños senderos se abren a ambos lados, como brotes de la rama de un árbol. Me pica la curiosidad, pero hoy no tenemos tiempo para investigar nuevas rutas.

Reconocemos el lugar, así que decidimos recorrer con más tiempo esta pista cualquier otro día. Aunque seguro que será más abrigados.

Regresamos raudos por el mismo sitio y aprovechamos los minutos que tenemos de margen para recolectar moras que se ofrecen a ambos lados del camino, cerca ya del lugar donde estacionamos nuestro vehículo. Contentos regresamos al hogar.

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 Es lunes, hay que trabajar, pero de este modo lo haré más relajado, y, sobre todo, de mejor humor.

EMILIO CARRILLO EN SEGOVIA

Emilio CarrilloEmilio Carrillo, Economista, Experto Internacional en Desarrollo Local por Naciones Unidas y Técnico de la Administración General del Estado, tuvo la consideración de iniciar el pasado día 12 de septiembre, la presentación de su última obra en Segovia. De la mano de La Editorial Nous que, dirigida por Javier León, sigue comprometida en publicaciones de fuerte trasfondo y de alta calidad, las cuales van más allá de la mera lectura de entretenimiento, con la nueva publicación, “Dios”, de nuevo podemos disfrutar de un libro de los que  calan hondo, te pueden cambiar la vida y, desde luego, tu manera de enfrentarte a los diferentes avatares de cada día.

Emilio nos brindó la posibilidad de volver a escucharle en una de sus amenas e interesantes conferencias. Gran pensador, concluye que la existencia de Dios, se presume en todos y cada uno de nosotros. Que formamos parte de él, y él, somos  nosotros. Nos habló de un nuevo ciclo de la humanidad que nos une sin prejuicios ni condición con el todo y, de esta manera con nosotros mismos.

Una idea moderna y atrevida, pero la más razonable de las versiones de la existencia de algo que responde por todos, y que no es necesario amar o temer en la distancia, como hasta ahora y a través de los siglos, se nos ha hecho creer.

Formamos parte de un todo, y como tal, en nuestra mano está el poder de cambiar las cosas. Apta para cualquier cultura religiosa, siglos antes de la inevitable manipulación del hombre. Incluso para ateos o agnósticos si es que se plantean en algún momento su propia existencia.

Siempre la realidad supera a la ficción y, en este caso, lo simple parece ser lo correcto. Palabras como amor, nivel de consciencia o meditación, se intercalan divinamente en frases construidas desde el corazón por una gran comunicador y mejor persona.

EL GRAN VIAJE

080320081354 Permanece tumbado en la cama donde tantas horas descansó. Las energías lo abandonan. Siente como se cierran sus pulmones. Oye muy lejos a su familia, que intenta que el momento sea los menos trágico posible. Pensamientos en retazos. Esos que nadie quiere escuchar de un viejo. Pero siente paz. Llega el momento de abandonar para siempre a sus seres queridos. Dejar una vida que pesa demasiado para su deteriorado corazón. Una gran presión en el centro de su pecho. Un dolor insoportable y fugaz. Un viaje por empezar. Una luz blanca lo deslumbra, siente la necesidad de acercarse a ella. Es pura, limpia, fresca. Detrás, una familia rota por el dolor. Duda si quedarse para seguir de cerca el futuro incierto de sus hijos, mujer, amigos… No, decide que ya ha vivido lo suficiente como para quedarse. Una sensación de bienestar le embriaga. Parece volar en un haz de luz. Deprisa, tan veloz, que ya es tan sólo otro rayo más de la gran luz blanca que le envuelve y protege. Se detiene entre nubes de un mar desconocido. Cientos de miles de seres de luz le acompañan en su travesía, sin saber aún hacia donde se dirige. Sus nuevos compañeros de viaje se van quedando atrás, rezagados, perdidos o desorientados. Ve al fin la meta. Algo cilíndrico y enorme llama su atención. Corre hacía ello con perseverancia. Tiene energía y, en su interior, algo le dice que es el momento de atravesar la capa exterior que lo separa de su objetivo. Un último esfuerzo y lo alcanza. Exhausto flota hacia el centro de su átomo particular, como un iris trasparente, una gigantesca medusa que lo acoge agradecido. Conecta de tal manera en este nuevo sistema que se hacen uno. Experimenta cambios, crece, parece desarrollarse de nuevo. Se convierte en un nuevo ser. De pronto la paz desaparece, algo le empuja hacia un agujero que no quiere alcanzar, sufre, desea quedarse en su felicidad, agradecido, pero sigue avanzando hasta ser expulsado a un nuevo mundo. Comienza a llorar, siente hambre, frío, y una necesidad imperiosa de calor humano. Mama por primera vez la leche de la vida. Ha vuelto a nacer.

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UNA GRATA CONVERSACIÓN

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Diez centímetros más bajo de estatura que a los cincuenta, pero enorme de corazón; Paco, un anciano de ochenta y nueve años, se esforzaba por narrarme su experiencia tras una vida de sufrimiento, hambre y mucho trabajo.

Sin perder un instante la sonrisa, presumía de haber sobrevivido a la nefasta Guerra Civil que asoló nuestro país cuando él contaba la friolera edad de doce años. De la mano de su padre, recorrían La Moraleja en busca de los frutos que les brindaba la arboleda, custodiada fielmente por el guarda de campo, el cual, siempre esperaba a que llenaran el saco para requisarlo sin contemplaciones. –“Hojas de árbol he comido yo del hambre que he pasado”Sus ojos brillaban indagadores, buscando mi reacción.

 -En el año treinta y nueve, por suerte, me dirigía a la Puerta del Sol de Madrid, cuando un vehículo oficial descapotable que lucía entre vítores la bandera nacional, se detuvo en la plaza. Los pocos transeúntes que recorríamos sus aledaños, personas de avanzada edad y niños principalmente, nos agolpábamos desesperados entre codazos y pisotones por recoger del suelo los mendrugos de pan y latas de sardinas que, desde el vehículo, nos lanzaba un cura. Yo no sabía si eran los buenos o los malos, pero todavía recuerdo lo ricas que me supieron las sardinas y la de codazos que tuve que dar para conseguirlas-

Mientras escuchaba fascinado un fragmento de la historia de nuestro país, vivida en primera persona por Paco, su mujer, de ochenta y cinco años, me insinuaba con gestos que no hiciera caso a su marido, que ya le fallaba la memoria. Paco sonreía de nuevo y regalaba con cierta ternura una afirmación, asintiendo con un leve movimiento de cabeza; mientras, se acercaba un poco más a mí, pues Lucía, su señora, le regañaba una y otra vez por levantar tanto la voz.

Treinta y cinco años de duro trabajo en una fábrica, compatibilizado con pequeñas obras y chapuzas por las tardes, fueron suficientes para conseguir sacar adelante a sus tres hijos. Hoy, disfrutan tranquilos de su hogar. Un precioso chalé que fueron ampliando con los años. –Ahora nos sobra sitio, nuestros hijos tienen sus vidas y sólo deseamos vivir lo suficiente para disfrutar algunos años más de nuestros nietos

Paco me acompañó hasta la entrada e insistió en enseñarme el jardín. Me ofreció su casa, invitándome de corazón a visitarles y merendar con ellos cuando se me ofreciera.

Para mí sería un honor volver a escuchar fragmentos de una vida tan interesante y tan repleta de momentos para recordar.

ZAPINEANDO

080320081354“Zapineando” tuve la suerte de disfrutar de un documental espectacular; se titula “La Hora Once”. La dirige Leonardo Di Caprio, en una muestra admirable de implicación y preocupación por un planeta que pide ayuda.

Diferente a todos los documentales apocalípticos que auguran una ya consabida destrucción de la Tierra,  éste en particular, no sólo está narrado para todos los oídos, sino que no duda en culpar a los responsables que, en su justa medida, son juzgados en conciencia, tocando de soslayo la responsabilidad de cada uno de nosotros, allá la conciencia de cada cual.

Me gustó particularmente, que no sólo nos hacía partícipes de la destrucción actual a la que es sometida nuestra querida Tierra, además ofrece soluciones demostradas y posibles con tan sólo un cambio mundial de mentalidad (si ya sé, lo de tan sólo es utópico), pero dado lo que está en peligro, no deberíamos poner trabas a cualquier buena idea o solución.

Mientras nuestra única preocupación es no llegar tarde al trabajo, recoger a los niños del colegio, llegar a fin de mes pagando la hipoteca o ligarte a la vecina del cuarto, el mar no soporta más contaminación, su capacidad de filtrado y renovación de sus aguas ha llegado a su fin. Nos comemos peces que hemos envenenado con residuos de fábricas, centrales energéticas y basuras urbanas en todos los ríos en sus desembocaduras al mar. Nuestros hijos sufren enfermedades respiratorias en las grandes ciudades. El asma crece a un ritmo alarmante, la contaminación nos pasa factura. Eso sí, ya no se fuma en lugares públicos, podemos salir a la calle y fumar gratis de todos y cada uno de los tubos de escape que nos envuelven en una bruma insalubre y potencialmente cancerígena. Pero claro, aunque sabemos que el principal problema es generar energía de residuos derivados del petróleo, fuente fundamental de ingreso de los países “ricos”,  no daremos el brazo a torcer. Para que usar energías alternativas como la solar o la eólica, si no duraremos más de cuarenta o cincuenta años.

Es una pena que las generaciones futuras no puedan conocer la Tierra como nosotros la conocemos ahora. Quién sabe, quizá un gen mute y los niños de todo el planeta recuerden que formamos parte de la naturaleza, que hay que vivir en simbiosis con ella, y no como un parásito incontrolable, egocéntrico y aniquilador; la expansión sin control ha agotado por completo los recursos naturales. Es pan para hoy y hambre para dentro de unas décadas. Nos extinguiremos como lo han hecho el 99% de las especies en los últimos 4000 millones de años, al menos, que no sea por nuestra culpa.

La evolución sigue su curso, nosotros la hemos acelerado de manera descomunal y el ser humano será recordado por ser la especie que en tiempo record y contra natura destruyó el planeta y casi la totalidad de la vida en el, incluida por supuesto la suya propia.

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