Los ojos de vos, encendidos, irradian verdad. Vos habláis, hasta mentís con un gesto, un parpadeo tramposo que me lleva hacia la locura.
Vos dices e inventas en un resurgir de mudas palabras, con sonrisas envueltas en mil esencias capaces de embaucar al mismísimo diablo. Pero tu mirada confiesa implacable con la sinceridad de un niño.
Vos os envolvéis en túnicas transparentes que no ocultan ni la verdad de tu piel ni el sabor de tus pasos descalzos en la mañana. La brisa se aparta, rehúye de vos sabedora de tu calor; implacable, destronas al sol en el ocaso.
Respiro, busco el aire que llene mis pulmones vacios de vos, del aliento del despertar, del asedio de mis noches sin vos.