Derroteros caminos auguran los cariacontecidos mandamases del poder económico establecido en Europa frente a la reciente victoria de la izquierda en la República Helénica.
Un giro de ideas y conceptos políticos en absoluta rebeldía ante la idealizada coalición salvadora conocida como Troika Financiera. Cuando la Comisión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional pierden el control financiero, y por ende, la supervisión y aplicación sistemática de los programas de consolidación fiscal en Grecia, ésta ya no debe plegarse a sus directrices, por lo que puede recuperar identidad e independencia política.

 
¡Claro!, suena poético; ante un estado que ha desangrado la economía de una desaparecida clase media difuminada en bárbaros recortes sociales, ésta se rebela; no tienen mucho más que perder. Lo difícil es creer en la recuperación económica de un país intervenido y rescatado con préstamos y programas bilaterales de los países miembros, sin los cuales, quizá hoy Grecia se encontraría fuera del euro y en la quiebra más absoluta. ¿Habría superado dos graves crisis motivadas por la deuda histórica acumulada de los gobiernos democráticos, y agravada por la falsificación de los datos macroeconómicos de la contabilidad del país?

Fallan los responsables, los elegidos; y los salpullidos colaterales cubren la piel de un pueblo que entierra su orgullo bajo el yugo de los que para su disgusto prestan, intervienen, moderan y deciden.
Dice el maestro Fito en la canción “nada de nada” de su último álbum “Huyendo conmigo de mí”:

“Mientras todos dicen,
nadie es culpable de nada,
dime si sonrío con la gravedad adecuada.”

Difícil papeleta para Tsipras, a la cabeza del recién constituido gobierno griego, y más aún para su Ministro de Economía Yanis Varoufakis. Mientras, en España, nuevos partidos con promesas idílicas se abren camino y esperan ansiosos el éxito de Syriza como preámbulo de su deseado éxito electoral; otros, al contrario, fieles a sus compromisos austeros, aunque cuestionados por un pueblo mermado y cansado de esperar la recuperación del relativo estado de bienestar, sueñan con sacar pecho aupados por la debacle del gobierno vecino para poder suspirar aliviados: “os lo dije”.

Unos diez meses nos separan de las elecciones generales y, hoy por hoy, el futuro político de nuestra España de pandereta será fiel reflejo de los resultados a corto o medio plazo de la nueva coalición política de izquierdas ganadora en Grecia.

En tiempos de desazón política, los españoles, tan viscerales como imprevisibles, decidiremos a quién votar abrumados por la campaña electoral más descalificadora, manipulada y mediática de la historia de la democracia. El resultado, un enigma difícil de descifrar.

A mi alrededor veo caras dubitativas, voces en “off” y pensamientos desaliñados.