Me desvelo. Doy vueltas buscando posición que acomode mi mente. Ella, en un intento incesante por dar paz y serenidad a mis pensamientos discurre sin cesar. Intento comprender, pero es tan difícil… La impotencia fluctúa con un sentimiento de culpa para dar lugar a rebuscadas justificaciones que distan mucho de una realidad que todo lo enturbia.
El miedo enferma los corazones de los que ávidos de amor no son correspondidos. A la defensiva, el dolor se hace dueño de sus actos, y todo lo puede: la razón, la comprensión, la piedad.
De uno u otro modo la manipulación y el chantaje emocional tiran de un carruaje pesado que porta en su villanía, agazapados, cientos de oscuros resortes de desconfiadas certezas, verdades inciertas, pero que tanto tiempo llevan instaladas en el sofá de la soledad, que el pánico asoma cual lombriz que es despojada de la tierra que la envuelve, y vulnerable, se retuerce ante la posibilidad de que haya un mundo ahí fuera que se le va de las manos; rauda se sumerge en la oscuridad, un terreno que, aunque árido y oscuro, es recurrente. En su arenoso hábitat se siente a salvo.
La verdad es una pesada losa que no todos están dispuestos a cargar para redimir la culpa. Es más sencillo moldear la mentira y, como a un clavo ardiendo, aferrarte a la elucubración como única salida al despropósito de una existencia vacía tras cuarenta años de acompañada soledad.
No siempre puedo salvar el río si lo que lo desborda está lejos de mi alcance. No soy la solución, tan solo un medio más para un cuestionado e imprevisible fin.
Así es querido hermano.
Gracias por Tu enorme esfuerzo y sinceridad.
Besitos desde la incertidumbre…