Cumplidos los cuarenta, sin atisbo que indique  cambio físico, sí lo encuentro intelectual. Es innegable que  se cambia.

Cambian las inquietudes y preocupaciones. Se afianzan filosofías de vida. Creo más en lo que quiero y defiendo mis argumentos con mayor claridad de conceptos. Evoluciono hacia mayor pensamiento positivo en busca del equilibrio personal.

Me alejo de personas insanas que ejercen malas energías o simplemente me incomodan, con la codicia o intereses creados por bandera, de esas que no me interesan. Me sumo queriendo a los que me quieren y respetan.

Disfruto con mi chica, acampados en lo alto de la colina de nuestro rincón asturiano.

Gozo subiendo montañas y escalando rocas en cualquier rincón del mundo con buenos amigos.

Me hechiza el atardecer mientras riego el jardín y cultivo mis tomates en armonía conmigo mismo.

Prefiero una casa rural en cualquier pueblo perdido de nuestra geografía, y disfrutar así de todo lo que nos ofrece la naturaleza, mucho más, que dos noches de fiesta, alcohol y desparrame. Si esto es hacerse mayor, me encanta serlo.

Miro la vida con otros ojos. Amo con más pasión y consciente de lo que quiero. Deseo saber y conocer más; escribir mejor, hablar más despacio y, sobre todo, intento cada día escuchar, que falta hace.

Trabajo cada día por debilitar mi ego. Intento ser humilde y respetar, transigir y meditar desde la objetividad más profunda. Aprendo lo mejor de los que me rodean y divago a placer con las letras, donde desahogo mis conflictos emocionales; creo, me encanta crear; o simplemente critico, siempre de la manera más constructiva posible.

Intento aportar y compartir, siempre compartir.

Soy más sensible y emotivo. Sereno y paciente.

Me cuido y leo, sobre todo, leo.

Por ello…

Gracias a aquellos que me hacen sentir satisfactoriamente vivo.