Archivo de la categoría: ELUCUBRACIONES

EN OCASIONES

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En ocasiones me reencuentro, me crezco y veo más allá.

En ocasiones libero el humo de la ineptitud para recoger más tarde las cenizas desde la sabiduría que solo la vida y los años te descubren.

En ocasiones sueño pesadillas de lo que creo olvidado, pero que se consume lentamente en algún resquicio de mi corazón.

En ocasiones me desvelo, miro al techo en la oscuridad de la noche y desahogo mis penas en un susurro imperceptible.

En ocasiones me arrepiento y en otras doy por bueno lo que de corazón hice sintiendo…

En ocasiones me quejo de más y en otras, lloro de menos.

En ocasiones me recreo en la ducha mientras el agua, muy caliente, entona mi cuerpo; entonces me dejo llevar por extraños derroteros y reveladores pensamientos.

En ocasiones, mientras conduzco, a voz en grito canto temas de ayer hoy y siempre. Me río solo y rememoro unos años que, soñados, se  escurren entre mis dedos.

Suelo en ocasiones abrazar la sonrisa y repudiar el odio y la incomprensión. Me duelen las injusticias, la sinrazón; las disputas por nada, la egoísta ambición.

En ocasiones me da por percibir las penas en derredor. Hay tanto dolor…

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MENTIRA

Mentimos cada día por satisfacer a los demás; por placer, por amor, por dolor; por evitar el ridículo, la persecución, el fracaso o la decepción.

Mentira

Inherente al ser humano, la mentira forma parte de nuestras vidas. Catalogadas de necesarias estratégicamente por filósofos como Leo Strauss, u otras de mentiras nobles, como en el caso de Platón (La República), donde la discutida idea de mentir al pueblo por su propio beneficio causo sensación y grandes debates morales, el caso es que las perdonamos, pues justificamos los medios por el fin. Aristóteles y Kant discrepaban caracterizando a la mentira como ineficaz. Como veis opiniones para todos los gustos.

Tomás de Aquino las dividía en tres tipos: útiles, humorísticas y maliciosas y, sin embargo, la palabra mentira, demonizada, es símbolo de bajeza, mezquindad y hasta de repudio o exclusión social. El quid de la cuestión es quién la formule, por qué y para qué. Y dependiendo de nuestros intereses las toleraremos, alabaremos o reaccionaremos como energúmenos sintiéndonos calumniados defendiendo la verdad por encima de todo.

Es el primer recurso que utilizamos para salir de un aprieto, mentir y, de este modo salvar el trasero liberándonos, por lo menos de momento, de la responsabilidad que tuviéramos por decir o hacer algo incorrecto o criticable. Por supuesto, no en todos los casos; no se ofenda nadie.

Alabar la verdad por encima de todo como filosofía de vida es una utopía en labios embusteros. Absolutamente todos hemos mentido, pues generacionalmente nos lo trasmitimos en los genes como parte de la evolución de nuestra especie.

Hay animales que fingen haber fallecido para evitar ser devorados, o dejan rastros falsos para confundir a sus depredadores. Parece que la mentira, vinculada sí o sí al engaño evoluciona en pro de la supervivencia de cualquiera que sea el que la practique.

En política se las clasifica de necesarias con la excusa que sea menester, ya sea por seguridad nacional, defensa de los intereses económicos del país o por simple apego a la perpetuidad en el poder. Es tan común, que no creo que nos libremos de ella ningún día al escuchar las noticias o anuncios publicitarios. Si me apretáis hasta en documentales, y, sobre todo, en cualquiera que sea el debate que se trate en cualquier medio. Todo se manipula en uno u otro sentido según convenga con el embuste, la falacia, la calumnia o la patraña. Todos sinónimos tan malsonantes como la propia mentira.

Divagando llego a la conclusión a la que ya llegaron tantos otros antes que yo. Vivimos en una absoluta mentira tan entretejida y durante tanto tiempo que nos es imposible discernir mentira de verdad a nuestro alrededor y, en consecuencia, lo bueno de lo malo, lo real de lo falso o lo tangible de lo intangible…

Quizá existan verdades absolutas, pero dependerá de percepciones y opiniones siempre personales. Por otro lado pulula la verdad universal como irrefutable, o eso defienden algunos pero… ¿quién? ¿Por qué su verdad ha de ser indiscutible?

Digamos que para la convivencia nos conformamos con la denominada “ética situacional”, considerando verdad lo que mayoritariamente reflejemos como tal. Hecho, tan lejos de ser absoluto y cierto que no tiene cabida en la difícil idea de ser todo tan relativo; como este artículo.19082007596

SOLO PUEDE QUEDAR UNO

No sé si debo manifestarme misántropo, como me denominaba un compañero tras debatir con él varias reflexiones sobre la deshumanización de nuestra especie, o pesimista pensador incansable. Se me amontonan las dudas sobre las posibilidades de redención ante la capacidad de amar, y de que ello reine por encima de lo tangible y harto desesperante algún día. Los vínculos que me unen a decenas de personas de gran corazón y dignidad a prueba de todo tipo de desigualdades, de principios inviolables y esforzados corazones que luchan por que el bien prevalezca y la mezquindad se funda con el odio y el poder en un mar de sabiduría y equilibrio, me mantienen esperanzado; no obstante, no deshacen el aliño del apestoso chapapote a base de ambición desmedida y egoísmo sin límite que reina en nuestros días, y de nuevo las dudas me abordan con riesgo de hundir el barco de la certidumbre. Seguir leyendo SOLO PUEDE QUEDAR UNO

LECTURAS DE VIDA

toma yaDenostadas sensaciones contradictorias en versos anodinos e intangibles. Fracturas etéreas que amilanan los excéntricos sonidos de mis letras en cada renglón de mi versado diario.
En la cima de la cresta de cada hoja, repaso mi vida ortográficamente, y, como cuando rectifico mis manuscritos, faltas escondidas se cobijan y me evitan. Se guardan un sutil y enigmático as en la manga que solo aflora cuando meses después, de nuevo, me releo con la mente despejada y la mirada serena.

DESACUERDOS

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Disparidad de opiniones; alardes incongruentes. Decepcionantes comportamientos de unos, otros y propios. Debacles verbales en defensa de provocaciones que no son. Malentendidos en maletas cerradas; la llave, en lo más hondo de tristes corazones que, panza arriba, batallan por mantenerse en pie. Miradas que hablan por sí solas reflejan cristalinas la sombra del dolor y los resquicios de amargas vidas, aún desvanecidas. Seguir leyendo DESACUERDOS

¿AGNÓSTICO?

19082007596Siempre creí ser agnóstico, pero con el tiempo y debido a la gran variedad de acepciones añadidas en los últimos años, creo que la respuesta radica en cómo definamos a Dios.

Desde que el biólogo inglés Thomas Henry Huxley usara el término “agnóstico” por primera vez en 1869, nuevas tendencias invitan a moderar o radicalizar su significado y ninguna de ellas termina de definirlo con claridad meridiana como para sentirme identificado por completo. En sentido estricto, sería la postura filosófica que afirma que la humanidad carece de los fundamentos racionales necesarios para justificar cualquier creencia sobre si Dios existe o no. Una persona que se defina agnóstica, no tendría opinión sobre ello, y claro, en esto no puedo dar mi conformidad.
Debido a mi constante devaneo mental ante la existencia de un Dios, la ciencia y la fe combaten en el ring de mi entendimiento desde que disfruto de uso de razón. Cientos de charlas sobre el tema; primero con mi padre, otro pensador incansable, y luego con el resto de mi familia o amigos que padecen también este extraño síndrome de la búsqueda de respuestas, se han conjeturado en opiniones variopintas sujetas por hilos de seda en teorías difíciles de demostrar; muchas de ellas en hilarantes conversaciones bajo millones de estrellas en la cima de cualquier montaña; como para no hacerse preguntas.
Consciente de que por naturaleza somos falibles, cualquier elucubración al respecto no se alejará jamás de la duda razonable.
Centrémonos. La R.A.E. define a Dios como un ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo, o bien, deidad a que dan o han dado culto las diversas religiones. Bien, desde el momento que hablemos de “un ser” todopoderoso, la idea de Dios se aleja bastante de lo que para mí podría definirse como un todo, más creíble y científico sin alejarse demasiado de la fe.
Creo que la teoría de un todo del que formamos parte, considera a Dios la totalidad de lo material e inmaterial; desde la partícula más pequeña, hasta la mayor de las galaxias, pero también toda energía o manifestación de la misma que dirige el rumbo de un universo que gira y coexiste (al parecer en continua expansión) en una extraña armonía que consolida los cimientos de una existencia tan descomunal como incomprensible para nuestras limitadas mentes. ¿Se sostiene? Otra cosa es, que el hombre necesite humanizar de alguna manera esta creencia, dotándola de personalidad propia y convirtiéndola en hacedora de lo bueno y lo malo como respuesta a todas las preguntas sin resolver. De nuevo mirándonos el ombligo y creyéndonos únicos y sobre todo protagonistas en nuestro minúsculo planeta, que gira como otros miles de millones alrededor de estrellas en innumerables sistemas solares y galaxias a lo largo y ancho de un universo al que ni se nos antoja admisible encontrar un fin.

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Algo tengo claro, y es que respeto la fe inherente al ser humano, pues de ella depende nuestra estabilidad emocional; es el precio que debemos pagar por ser conscientes de nuestra existencia. Entonces, si hay personas que prefieren no hacerse preguntas y vuelcan su fe en diferentes tendencias religiosas, dando así cobijo a sus temores; mis respetos. Si hablamos de amor, del bien por encima del mal, del karma, de un crecimiento espiritualidad como meta, de encontrar la luz, la verdad; mis respetos. Pero si convertimos las religiones en métodos de control, gestión de poblaciones, manipulación de masas, guerras, conflictos o adoctrinamientos radicales, pierden toda su fascinación y credibilidad, porque estas versiones son interpretaciones humanas envenenadas por el poder y la avaricia que sólo el hombre es capaz de despertar. Está tan lejos de ese todo del que vengo hablando, que Dios pierde su significado por completo, diluyéndose en arcaicos defectos humanos, tan imperfectos y dotados de taras, que sume las religiones en el pozo de la ignorancia y la involución.
La ciencia no se alejaría tanto de la fe, si las religiones no se empeñaran en ser únicas e irrefutables. Si tomáramos conciencia de ser un pedacito de la creación, una ínfima parte del intercambio molecular a una escala imposible y en un espacio y tiempo por determinar…
El ostracismo mental solo nos lleva a la desidia por saber y avanzar en la búsqueda de cuestiones vitales para entender la vida y el hueco que ocupamos en ella.
Termino con la respuesta que dio el mismo Thomas Henry a la pregunta que formuló el obispo de Oxford Samuel Wilberforce en uno de los primeros debates de relevancia en 1860 sobre la evolución de las especies intentando ridiculizar sus teorías: ¿es usted heredero del mono de manera paterna o materna?
He aquí la réplica:
«Si tuviera que elegir por antepasado, entre un pobre mono y un hombre magníficamente dotado por la naturaleza y de gran influencia, que utiliza sus dones para ridiculizar una discusión científica y para desacreditar a quienes buscaran humildemente la verdad, preferiría descender del mono.»
Thomas Henry Huxley

LA DOCTORA

19082007596Abatida, vierte su refresco en un vaso de cristal ajado y rallado de tanto uso. Una mueca burlona, sarcástica, se dibuja en su rostro. Jóvenes residentes almuerzan en la cafetería ajenos a ella.
Carla recuerda nostálgica su juventud. Precoz y obstinada, su única meta era convertirse en la mejor neurocirujana de su hospital. En la actualidad es la jefa de su unidad, lo que siempre deseó. Seguir leyendo LA DOCTORA

DEMASIADA CASUALIDAD

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Dar sentido a la verdad es justificar nuestros razonamientos, y sin ellos no somos nada; tan subjetivos son mis pensamientos como cuestionables. Hablo de percepción, del concepto, que de por sí es intangible. Así cada uno de nosotros damos forma a lo que por los sentidos nos llega. ¿Cómo valorar lo que es real o no? Y… ¿por qué lo ha de ser para los demás?

Sí, ya sé, cuando me da por filosofar…Pero es que me pierdo en pensamientos que no sé si de verdad importan. Si son mera química neuronal o fundamentos por encima de lo aprendido, lo conductual o emotivo.

Cuando veo luz en el sentido de la vida, siempre la ciencia tira por tierra cualquier atisbo de lo sobrenatural, sin embargo creo.

Creo que la casualidad no existe. Y quién soy yo para llevar la contraria al más emblemático de los científicos de nuestro tiempo, Stephen Hawking; el cual  manifiesta que somos producto prácticamente de la casualidad, de un compendio de sucesos que se han ido fraguando hasta completar el universo tal y como lo conocemos (bastante poco, por cierto).  Pero…

Creo que por encima del ego inherente al ser humano y, nuestro empeño por justificar nuestra existencia por encima de lo estrictamente tangible, (polvo al polvo), es al menos sospechoso la cantidad de sucesos y acontecimientos a lo largo de la historia de nuestro universo, galaxia, sistema solar, planeta y, sobre todo del ser humano, como para creer únicamente que todo es fruto de las mera casualidad. Y así…

Creo que hay algo más, y lo digo con la boca pequeña, como si una mano enorme encima de mí amenazara con soltarme un sopapo por salirme de lo pragmático e incurrir en lo espiritual. Pero si me alejo de la idea de que el amor todo lo puede, que la felicidad es alcanzable cuando nos sacudimos la caspa del poder o de la ambición desmedida, y no nos centramos en dar sin esperar nada a cambio o amar por encima de todas las cosas, es entonces cuando de verdad mi vida estaría vacía; tan banal como todo lo material, tan triste como la soledad del hombre más rico, tan rico, que solo tiene dinero.  Las utopías son posibles, por ello…

Creo en algo inmenso, en diferentes dimensiones, en un equilibrio universal del que formamos parte, de un todo tan descomunal y espectacular, que me cuesta creer que hablemos de casualidades.

A ese algo llamadlo dios y, aquí me mojo, en esto creo. En un equilibrio universal del que formamos parte y al que debemos, al menos, el beneficio de la duda.

 

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